El 73% de los uruguayos piensa que hay que darle prioridad a la lucha contra el cambio climático sin importar sus consecuencias negativas en el crecimiento económico. Por lo menos ese es uno de los resultado que obtuvo el Latinobarómetro en 2023.
El 82% está dispuesto a pagar un 20% más por un producto si este considera el cuidado del ambiente, es otro.
Y, en cualquier caso, el 90% está muy de acuerdo o de acuerdo con la idea de que es posible conciliar el crecimiento económico con el cuidado del ambiente.
¿Por qué entonces en Uruguay tienen tan poco apoyo los partidos ambientalistas? ¿Por qué entonces las menciones al ambiente en los partidos mayoritarios son tan superficiales?
Parte de la respuesta se encuentra en la propia encuesta de Latinobarómetro. Una pregunta sobre cuál es el problema más importante del país reveló que un 22,3% considera que es la delincuencia/inseguridad, un 16,8% el desempleo, un 13,4% la economía, un 11,4% los problemas de educación y, después de varios más, recién aparecen con el 1,7% los problemas de medio ambiente.
Otras partes de la respuesta las aportaron el politólogo Gonzalo Puig, la socióloga con una maestría en medio ambiente global María Fernanda Souza y –en una entrevista meses atrás– el diputado Eduardo Lust, fundador del Partido Constitucional Ambientalista (PCA).
Un tema que no rinde en Uruguay
Lust reconoció en diálogo con El Observador en setiembre de 2023 que “en general” a los partidos ambientalistas “no les va muy bien”.
Puig señala que el sistema de partidos de Uruguay no incentiva la creación de nuevos partidos y que hasta “tiene más sentido” crear una movimiento dentro de un partido mayoritario, aunque es inevitable que las ideas de ese movimiento se diluyan dentro de la agrupación.
Justamente para combatir con sus ideas fue que Lust se fue de Cabildo Abierto, un partido que de todas formas, y hasta cierto punto, “le permitía llevar esa agenda” al legislador. “Entonces no es que ellos tampoco estaban cerrados al tema”, dice el politólogo.
Esto es uno de los aspectos que, todavía, distingue a Uruguay de otros países respecto a la preocupación por el medio ambiente: acá no es monopolio de ningún partido o sector. En Estados Unidos, en cambio, está tan politizado y polarizado que la izquierda habla sobre el peligro del cambio climático, mientras que la derecha –o para Puig los votantes de Donald Trump– lo niegan. Así lo ilustró el cineasta Adam McKay con su sátira de 2021 Don’t Look Up donde la mitad del sistema político, liderado por la presidenta que interpreta Meryl Streep, no cree, o no le importa, que un cometa vaya a destruir la tierra.
Netflix
Meryl Streep en Don’t Look Up de Adam McKay
La mayoría de problemáticas importantes terminan siendo politizadas hasta el punto de que la toma una mitad del sistema político y la otra la rechaza. Aunque es justo reconocer que en Uruguay esto no pasó con el covid, por lo menos no en el sentido de otros países donde la mitad conservadora cuestionó gran parte del peligro. Pero quizás en Uruguay el medio ambiente todavía no fue politizado porque simplemente hay otros problemas más a la vista.
“La cuestión climática en Uruguay no es una gran problemática”, afirma Puig. “Eso no quiere decir que no haya capaz un 10%, que considera que sí. Tengo una amiga que es bióloga marina, trabaja en la Dinara (Direccion Nacional de Recursos Acuaticos). Gente que vive de eso está totalmente preocupada. En los jóvenes quizás un poco mayor, pero en el Uruguay no es una gran problemática. Está lejísimo de lo que podría ser lo económico. Vos lo ves en que después no se traducen en en ningún tipo de políticas públicas al respecto”, advierte.
Sin embargo, el diputado Lust dijo que “en Uruguay hay 70 mil personas que votan partidos ambientales”. Fue por esto que apuntó a “la posibilidad de formar un Frente Ambiental del Uruguay”.
“De repente si vos hacés un frente ambientalista nucleás en un partido los 70 mil votos. Mientras que si son cinco partidos por su lado, cada uno tiene 8, 10, 15 mil votos, quedamos todos afuera y no logramos concretar ninguna tarea legislativa que es lo importante”, explicó.
Lust aseguró esto que “en Europa ha funcionado”. “Sobre todo los partidos verdes en Alemania se han presentado así. Ha tenido bastante aceptación, porque divididos no suman”.
El diputado valoraba una posible alianza con el Partido Verde Animalista (PVA) y, ante la idea de un frente, consideraba también invitar a César Vega del Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI). No así a su “amigo” Gustavo Salle, que en 2019 fue el candidato del PVA y que en 2024 liderará su nueva agrupación Identidad Soberana. “Tiene sus razones, pero por su perfil es una persona muy estricta que no deja demasiado espacios para otros”, dijo Lust.
Camilo dos Santos
Gustavo Salle y Eduardo Lust en marzo de 2020: diferentes representantes de organizaciones civiles contra la instalación de la segunda planta pastera de UPM en Uruguay se reunieron con Luis Lacalle Pou
En 2024, un posible aliado podría ser otro nuevo partido que se inscribió para las próximas elecciones: el Partido Armonía. Tal como contó El Observador, el partido tiene bases en Rocha y Maldonado y reivindica el cuidado del ambiente y los alimentos orgánicos.
De todas formas, consultado sobre si ha avanzado la conformación del Frente Ambiental del Uruguay, Lust responde que “aún no”. “Lo estoy tratando”.
En las elecciones de octubre de 2019 el PERI obtuvo 33.461 votos –un diputado–, mientras que el Partido Verde Animalista 19.392 –ningún legislador–.
¿Por qué si en otros países y no en Uruguay?
En su entrevista de setiembre, Lust dijo que una coalición de partidos ambientalistas ha funcionado en Europa.
Pero la socióloga Fernanda Souza señala las características que encuentra en los partidos verdes del mundo y no en los uruguayos.
Por ejemplo, a nivel internacional, estos partidos suelen apelar “a la Academia, a la ciencia, para entender cuáles son las dinámicas del cambio climático y la contaminación”.
En este sentido dice que no está al tanto de lo que propone el nuevo partido de Lust, pero que “los impulsos de César Vega en su momento, lo pusieron en algún lugar de poco sustento científico”. Algo similar podría decirse de Gustavo Salle que en 2019 fue el candidato a la Presidencia del PVA.
Leonardo Carreño
En el Parlamento, César Vega mostró ante la prensa a dos mujeres a las que supuestamente se les quedaban pegados tenedores e imanes tras vacunarse contra el coronavirus
Por otro lado, Souza apunta a que “en general tienen una base social muy importante” desde la que nacen, como el caso de los verdes en Escocia. En Uruguay, sin embargo, “hay algunas agrupaciones que defienden el medio ambiente o que puntualmente están trabajando en algunas de las facetas del medio ambiente, pero no se ha logrado una coordinación y una sinergia que permita que todos esos grupos sociales se reúnan y trabajen juntos en pos de la generación de una plataforma nacional para todos los temas”.
En Uruguay ve también “líderes que tienen esta preocupación, pero que no necesariamente están en sintonía” con estos pequeños grupos. “No hay referentes claros ambientalistas en Uruguay”, resume.
En el resto de América Latina encuentra que los distintos partidos políticos tienen “muy presente” al medio ambiente en la agenda pública: “Brasil, Chile, Argentina, México, Colombia”.
“Lo que creo que pasa en todos esos países es que desde muy temprano hubo grupos legitimados socialmente y con un gran poder de movilización social, y catalizadores también de otra sensibilidades en el abanico político sobre todo de izquierda, que son los grupos indígenas y el campesinado”, explica la socióloga.
Estos han entrado en conflicto principalmente “con lo que tiene que ver con el uso de los recursos y la actividad de la tierra”.
“En Uruguay campesinado no tenemos y los pueblos indígenas están apenas luchando por su reconocimiento muy recientemente después de siglos de invisibilización”, concluye.
Greenwashing en la política
Si bien cuando la entrevista de Latinobarómetro preguntó por los problemas del país, solo un 1,7% dijo que el principal era el del medio ambiente, esta cifra ha aumentado a lo largo de los años. La última vez que se había dado esta opción había sido en 2018 y solo un 0,1% la eligió.
“Es algo que sí va en crecimiento. Está lejos de la cuestión económica hoy. Seguramente va a estar lejos para esta elección, pero es algo que están creciendo y para mí potenciado por los fenómenos adversos, como el shock climático de la sequía del año pasado”, dice Puig.
En los partidos políticos mayoritarios ya empieza a corresponderse esa preocupación social incipiente en discursos o programas. El sociólogo señala que esto incluso genera discusiones en las internas sobre priorizarlo respecto a otras problemáticas. “Si te metés a indagar un poquito dentro del propio Frente Amplio hay una tensión de sí ‘esto es un tema, no es un tema, hay otros temas’“.
En cualquier caso, por el momento, tanto Puig, como la socióloga Souza, coinciden en que las menciones de los dirigentes políticos a los problemas del medio ambiente son superficiales y que pueden resumirse en una palabra que en general se la aplica a empresas: greenwashing.
Greenpeace define al greenwashing como “una táctica de marketing usada para hacer que una empresa o un producto parezca amistoso con el medio ambiente, sin reducir significativamente su impacto ambiental”.