Hace dos años, en el momento en el que comenzaron a arreciar las críticas sobre el presidente Nayib Bukele sobre sus maneras autoritarias de gobernar El Salvador, en Twitter se describió a sí mismo como “el dictador más cool del mundo”.
Había generado una corriente de simpatía, sobre todo entre los jóvenes que vieron los videos en los que aparecen cientos de pandilleros sometidos con grilletes en los patios de las prisiones. El hecho de anunciarse como un presidente autoritario de una nación de 6,3 millones de personas, conllevó a que la comunidad internacional se mostrara indignada por el deterioro de la democracia desde su ascenso al poder.
La popularidad de Bukele dentro y fuera de sus fronteras es alta. El próximo domingo 4 de febrero volverá a ser elegido presidente de El Salvador con una mayoría aplastante, según todos los sondeos. Ni siquiera hará falta acudir a una segunda vuelta.
Su aspecto de hombre amable contrasta con la manera de imponer sus decisiones. Sin embargo, corre con fuerte ventaja en el día a día de los salvadoreños, al menos hasta 2028, si es que confirma todos los pronósticos el próximo domingo.
Bukele se presenta a pesar de que hasta seis artículos de la Constitución salvadoreña prohibían expresamente la reelección consecutiva. Sin embargo, la Sala de lo Constitucional hizo una interpretación cuestionable que le permite participar en las elecciones si dejara el cargo seis meses antes.
El presidente acusa habitualmente a las ONG’s y a las naciones que cuestionan sus métodos de “tratar de desestabilizar el buen hacer” que implantó en el país. El éxito cosechado en materia de seguridad es innegable.
A poco de llegar a la presidencia, en 2019, negoció con las principales pandillas de El Salvador, la Mara Salvatrucha 13 y Barrio 18 –surgidas en Los Ángeles, California, y trasladas al país centroamericano cuando Estados Unidos deportó en masa a sus miembros a finales de los 70–, pero en marzo de 2022 rompió el pacto e instauró régimen de excepción.
En los días anteriores se habían producido 80 homicidios que habían sembrado el terror. Pero todo cambió de la noche a la mañana en este país acostumbrado a la violencia.
Las autoridades aplicaron la mano dura y en este tiempo detuvieron a más de 70.000 personas. La paz se impuso en barrios que llevaban décadas dominados por las maras. Los pagos de extorsiones sumaban el 3% del Producto Bruto Interno y el costo anual de la violencia, el 16%, una cifra tres veces mayor.
En 2023, según informes oficiales, El Salvador registró 2,4 homicidios por cada 100.000 habitantes, una de las más bajas de Latinoamérica, cuando antes de que llegara Bukele presentaba las ratios más altas del mundo, con 103.
El afán de imponer su ley a cualquier precio hizo que se hayan socavado de forma evidente los Derechos Humanos. Human Rights Watch denunció abusos durante el régimen de excepción.
Otro número considerable de organizaciones documentaron torturas, detenciones arbitrarias y muertes sospechosas en las cárceles. Los abogados y los familiares de los presos se quejan de que no tienen contacto con ellos, y que son sometidos a juicios virtuales sin testigos.
Gustavo Flores-Macías, profesor especializado en gobiernos y políticas públicas de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, consultado por el diario español El País, dice que las elecciones fungirán como un referéndum de las medidas de Bukele.
Destruida la oposición, su partido, Nuevas Ideas, volverá a tener mayoría en la Asamblea Legislativa, lo que supondrá que continúe aglutinando todo el poder. “Los resultados en materia de seguridad pública superaron las predicciones más aventuradas, pero el costo en materia de Derechos Humanos y derechos individuales fue considerable”, explica Flores-Macías.
La población, cree el académico, parece considerar que el nuevo panorama bien vale el costo en materia de Derechos Humanos y la erosión sostenida de contrapesos al presidente como el Congreso o el poder judicial.
“Si Bukele gana con un gran margen, como se anticipa, será un mensaje claro de los salvadoreños sobre la desesperación ante la inseguridad y el Estado de derecho puede pasar a un segundo plano”.
El método Bukele se replica en la región. El presidente de Ecuador, Daniel Noboa, anunció la creación de dos prisiones estilo Bukele ante la grave crisis de inseguridad que vive el país, dominado también por las pandillas.
Alcaldes, legisladores y gobernadores de Perú, Chile, Argentina, y de los lugares más insospechados, hicieron campaña asegurando que seguirán sus pasos. Nadie puede parar a Bukele, encantado de fagocitar todo lo que le rodea.
Hace unas semanas se hizo una foto con Messi y todo el plantel del Inter de Miami.
Este hombre de 42 años, que empezó como gerente de un concesionario de Yamaha, hijo de un padre polígamo, con seis esposas y 10 hijos, en muy poco tiempo acabó con las pandillas, pero para ello dejó en suspenso derechos fundamentales.