El Gobierno del primer ministro Fumio Kishida se encuentra cuestionado por la ciudadanía japonesa. Sólo aprueba su gestión un 24% de los ciudadanos, según una encuesta del medio Yomiuri Shimbun realizada en enero.

La confianza en el conservador Partido Liberal Demócrata (PLD), lleva degradándose más de un año, concretamente cuando se puso el foco en los vínculos de la formación con una secta de raíces cristianas, cuyas prácticas abusivas fueron develadas tras el asesinato en 2022 del ex primer ministro Shinzo Abe, del mismo partido que Kishida.

En noviembre, ese rechazo aumentó tras destaparse un caso de corrupción. El desvío de fondos por más de 500 millones de yenes (unos US$ 4 millones). Un escándalo poco común en un país donde la corrupción es muy baja.

Los partidos opositores golpean a Kishida con ambos asuntos, aunque falta mucho para las elecciones generales de octubre de 2025. Sin embargo, en la actualidad, seis de cada 10 japoneses consideran que el primer ministro debería renunciar. “Si no remonta en las encuestas, existe la posibilidad de no llegar a las elecciones”, publicó en The Japan Times un antiguo funcionario.

Japón vive todavía el shock por el asesinato de Shinzo Abe el 8 de julio de 2022. Ese día, Abe fue tiroteado por un hombre en Nara, una ciudad a unos 40 kilómetros al sur de Kioto, donde participaba en un acto político. El asesino, Tetsuya Yamagami, de 41 años, fue detenido de inmediato.

El magnicida dijo que atacó a Abe, quien gobernó el país durante nueve años, porque consideraba que, al igual que otros miembros del PLD, tenía vínculos con la Iglesia de la Unificación, secta fundada en 1954 por el coreano Sun Myung Moon.

El asesino quiso justificar su crimen con un argumento personal: dijo que su madre había sido captada hacía décadas por esa organización, la cual había pedido a la señora “enormes donativos”, que sumaban más de US$ 500.000 y que hundieron a su familia.

Tras el magnicidio, una investigación interna del PLD confirmó que el 47% de sus diputados tuvieron o tienen vínculos con esa iglesia. “Durante su expansión, en Japón, Taiwán, Singapur o Estados Unidos, la Iglesia de la Unificación se amparó en una retórica anticomunista que le vale el respaldo de políticos conservadores, explica Susumu Shimazono, académico de la Universidad de Tsukuba.

Este experto en política y religión estudió la secta desde sus orígenes y publicó un ensayo sobre sus vínculos con el poder y el PLD, así como con otras formaciones conservadoras a nivel internacional. “Se fundó con una clara vocación de tener influencia política”, incide el experto.

Esa iglesia llegó a contar con el respaldo de los republicanos estadounidenses. Una de sus principales figuras fue Sun Myung Moon, fallecido en 2012, y que fue la cabeza de inversiones millonarias en todo el planeta para propagar las ideas anticomunistas y conservadoras.

“Una de las personas más cercanas a Moon tuvo contactos con el equipo de Richard Nixon”, dice el catedrático. Años después, tras la caída de la Unión Soviética, desde la iglesia buscaron una nueva agenda sociopolítica: “El anticomunismo había perdido fuerza, por lo que se centraron en la defensa de la familia tradicional, el ataque al feminismo o al colectivo LGTBI, con una dura oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo”, afirma Shimazono.

Los tentáculos de la Iglesia de la Unificación no se reducen a los sectores más derechistas del PLD, sino que llegaron al primer ministro Kishida. La oposición acaba de sacar a relucir una reunión que Kishida mantuvo en 2019, entonces como ministro de Exteriores, con el congresista estadounidense, republicano y ultraconservador Newt Gingrich.

A la cita se unió una delegación de la Iglesia de la Unificación. “Eso no significa que yo tenga vínculos con la Iglesia de la Unificación”, se defendió, insistiendo en que él no formaba parte de la misma. Abe tampoco se afilió a la congregación, pero su nombre quedó unido a ella.

Varias personas que salieron de la secta que, según sus propias cifras, cuenta con más de medio millón de seguidores en Japón y 10 millones en todo el mundo, contaron que la iglesia los impulsaba a votar por candidatos del PLD.

El PLD ejerció el poder en Japón de manera casi ininterrumpida desde 1955, salvo cuatro años: de 1993 a 1994 y entre 2009 y 2012. En 2012, Abe ganó las elecciones, celebradas al año siguiente del accidente nuclear de Fukushima. Aunque algunas personas habían denunciado a la Iglesia de la Unificación, la secta logró imponer un efectivo manto de silencio hasta el asesinato de Abe.

Estas relaciones entre la secta Moon y el partido de gobierno se suman a que fueron denunciados una serie de desvíos de fondos públicos por parte de miembros del partido conservador que llevaron a los estrados judiciales y a la cárcel a varios de los implicados.

Entre los detenidos por este caso de corrupción, está Hirozaku Matsuno, ex vocero gubernamental, que ejercía de segundo en el PLD y como mano derecha de Kishida. Otro golpe para el primer ministro, que defendió a su colega hasta el último momento. Aún falta mucho para las elecciones de otoño de 2025, aunque el PLD no muestra solidez para afrontar el año y medio que falta.

 

 

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