Unas adolescentes de 13, 14 o 15 años marchan por la principal avenida de Montevideo portando la cabeza gigante de un monstruo, sostenido con una lanza, colmillos de felino y la estrella de David –distintiva del pueblo judío– en la frente. Es una intervención de grupo “feminista” Our Voice por el Día Internacional de la Mujer.
Una horas antes, en la calle 26 de Marzo y Cavia, en la misma ciudad, unos encapuchados vandalizan un cartel que pide por la liberación de los secuestrados por el grupo terrorista Hamás, y pintan consignas contra los judíos (no contra el accionar del gobierno de turno de Israel).
Cinco días antes, en la misma ciudad, dibujan esvásticas (símbolo nazi) en la puerta de al menos tres edificios de Pocitos. Y antes hacen lo mismo en el monumento de memoria a las víctimas del holocausto en la rambla de Punta Carretas.
Desde el 7 de octubre de 2023, cuando el grupo terrorista Hamás asesinó, violó y secuestro a israelíes –dando inicio a la guerra en curso y la incursión del ejército de Israel en la Franja de Gaza–, vienen en aumento las expresiones antisemitas en Uruguay. Fueron registrados más de 200 casos –comprobados y a cuya documentación tuvo acceso El Observador– en menos de cinco meses.
Así se gestó el monstruo antisemita que marchó durante el 8M:
No se trata de posicionamientos sobre el conflicto de Medio Oriente, de alzar una bandera de Palestina o una manifestación contra las decisiones del gobierno de Benjamín Netanyahu. Sino de discursos de odio, amenazas por pertenecer a una colectividad o simbología que recuerda el proyecto nazi de exterminio al pueblo judío.
El 8 de diciembre pasó un hombre por la sinagoga Maimónides, en 21 de Setiembre, y gritó: “Judíos les vamos a quemar todo”. Ese mismo día, otra transeúnte que caminaba frente a la sede de la organización judía jasídica Jabad, lanzó: “Ala Uh Akbar” (el latiguillo del yihadismo que, como Hamás, intenta imponer una teocracia).
Algo similar había ocurrido el 2 de noviembre, cuando en una calle de Canelones llegando a Parque del Plata pintaron “Fuera judíos”. Y a una estudiante de Facultad de Humanidades de la Universidad de la República la amenazaron con la frase: “Sionista te estamos mirando”.
Esa misma frase (“sionista te estamos mirando”) fue repartida en una marcha en solidaridad con el pueblo Palestino, pese a que el consejo de la Facultad de Humanidades sumarió al estudiante que había amenazado bajo el argumento de que “es inconcebible una expresión de odio en una comunidad educativa”.
Hubo pintadas de esvásticas en el liceo n° 36, en la escuela n° 193, en la Facultad de Ingeniería de Udelar, en el museo Naval, en dos colegios privados y hasta en el outlet de una empresa de cerámicas cuyos dueños son judíos.
“Lo que está pasando en Uruguay es horrible, es la expresión del odio en su estado más visceral”, advierte la historiadora Ana Ribeiro, quien como subsecretaria del Ministerio de Educación y Cultura fue la vocera en el discurso oficial del país a 79 años de la liberación de los campos de concentración y exterminio de Auschwitz.
Símbolo de odio
La cruz gamada o esvástica es un símbolo que la humanidad ha usado hace más de 7.000 años. Pero, a partir de la apropiación de este símbolo por el proyecto nazi —antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial—, es “un símbolo de odio”.
Ribeiro explica que “el proyecto de nazismo tenía como propósito la imposición de una raza superior, y el exterminio del pueblo judío, por lo cual sus símbolos no son el resultado de un enojo pasajero, sino de una expresión de odio al punto de querer aniquilar al que piense (o sea) distinto”.
En menos de cinco meses, fueron detectadas más de 30 pintadas de esvásticas en la vía pública de Uruguay o en las paredes de instituciones judías de la capital. Y eso, según el abogado Jonás Bergstein, “es un delito penado por la ley vigente”.
En medio de la última dictadura en Uruguay, Nahum Bergstein, padre de Jonás, intentó una modificación del Código Penal dada la venta de símbolos nazis en la feria de Tristán Narvaja. Eran tiempos en que parte de la cúpula militar uruguaya exaltaba el nazismo. Quince años antes, de hecho, un grupo nazi fascista había secuestrado y marcado en los muslos de la adolescente Soledad Barret la esvástica nazi. Pero la iniciativa de Bergstein padre por penar la incitación al odio tuvo que esperar al retorno de la democracia.
Cuando fue subsecretario de Educación escribió, junto a la entonces titular de la carteta Adela Reta, la normativa que hoy castiga a los actos de discriminación y odio. Al respecto, su hijo aclara que, el espíritu detrás de esos cambios normativos, no fue el cercenar la libertad de expresión, sino “el velar por la paz pública”.
Bergestein es categórico: una cosa es criticar el accionar de un gobierno, otra es el querer hacer desaparecer a los judíos; una cosa es una esvástica adentro de una casa, otra es ir a pintar con esvásticas un cementerio. Una cosa es pedir por la paz y que no haya más muertes de mujeres palestinas (como tampoco de israelíes), y otra es un monstruo que simule al judío desfilando por la principal avenida de la capital.
Porque “esa imagen del judío como un monstruo, del judío asociado al dinero o del judío usurero es la que fue creando el nazismo hasta la instalación de un estereotipo”.
Joseph Goebbels, líder de la propaganda nazi, se encargó de eso. En los textos escolares imágenes de judíos con rostro de monstruos muy parecidas al cabezudo que marchó por 18 de Julio el 8M. Incluso sumó afiches con frases del estilo: “La culpa de todos los males del mundo la tienen los ciclistas y los judíos”. Con esa frase buscaba que el pueblo alemán se preguntase por qué los ciclistas, pero pocos se preguntaba por qué los judíos (pues el antisemitismo ya estaba instalado).
En el caso uruguayo, dicen las autoridades de la colectividad judía consultadas, se espera que las expresiones de odio cesen cuando antes, pues confían en que la mayoría de la sociedad es tolerante (mucho más tras el trágico asesinato del comerciante judío David Fremd hace ocho años solo por el hecho de ser judío), y destacan “la buena voluntad” de las intendencias de Montevideo y Canelones que “ante cada denuncia de una pintada que incita al odio responden con la mayor celeridad posible”.