La debilidad de las exportaciones, los altos precios de la energía y una transición climática llena de obstáculos son algunos de los problemas que aquejan a la principal economía de la Unión Europea (UE). Una tormenta perfecta que probablemente perdure y amenaza a la coalición de gobierno que integran socialdemócratas, liberales y verdes bajo la conducción del canciller Olaf Scholz.
La presentación de las nuevas previsiones del gobierno confirma el estancamiento de la primera economía europea. La prensa local destaca que Berlín recortó su proyección de crecimiento para el año al 0,2%, desde 1,3% estimado meses atrás. Peor aún. Las previsiones oficiales señalan una anémica expansión que promedia el 0,5% para los próximos años.
Tras una contracción de 0,3% del Producto Interno Bruto (PIB) el año pasado, la situación económica ha provocado un intenso debate en el seno de la coalición del gobierno en momentos en que crecen las protestas de los agricultores, aumentan los conflictos sindicales y un amplio arco de analistas reclaman “medidas drásticas” para corregir la situación.
En Alemania, en donde el equilibrio fiscal es un dogma, la crisis es causada por una multitud de factores que se acumulan y golpean con especial fuerzas al sector industrial alemán, un pilar de la economía que explica alrededor del 20% del Producto Interno Bruto y no ha recuperado sus niveles de producción previos a la pandemia.
“Es una tormenta perfecta”, resumió recientemente el ministro de Economía, Robert Habeck, quien discutió durante semanas con propios y ajenos de dónde recortar gastos para tapar el agujero de € 17.000 millones que dejó en las cuentas de 2024 una demoledora sentencia judicial que impidió al gobierno federal destinar fondos previstos para la pandemia a la lucha contra el cambio climático.
Los analistas destacan que la industria ha sufrido desde la guerra en Ucrania por los costos energéticos excesivamente altos por el fin del suministro del gas ruso. También por las altas tasas de interés fijadas por el Banco Central Europeo (BCE) para contener la inflación, lo que frena la demanda de los hogares y las inversiones.
Un panorama al que se agrega la situación del comercio internacional, lastrado por la desaceleración de China, que no permite compensar la débil demanda interna o mantener el alto nivel de exportaciones que han sido durante décadas la piedra angular de una economía altamente tecnificada y eficiente. A ello se suma una transición climática difícil para muchos sectores, que consideran que no tienen tantos subsidios como sus competidores.
Unos 60 grupos industriales europeos publicaron el lunes un llamado a los líderes de la UE para exigir medidas de apoyo. Entre los firmantes están los gigantes químicos alemanes BASF, Bayer y Covestro, sector que sufrió el año pasado una caída del 8% de su producción y del 12% en sus ingresos.
“Sin una política industrial específica, Europa corre el riesgo de volverse dependiente de ciertos productos básicos. Europa no puede permitirlo”, declararon los firmantes. La industria automovilística alemana, otro pilar de la economía del país, también se sumó firmas. Gigantes como Mercedes-Benz, Volkswagen y BMW enfrentan una desaceleración de sus ventas de vehículos eléctricos tras el fin de las ayudas públicas a la demanda.
“Falta un minuto para medianoche. Lo que está en juego es nada menos que la supervivencia del mittelstand alemán”, advirtieron en una carta abierta 18 organizaciones que representan a las pequeñas y medianas empresas, columna vertebral de la economía alemana desde mediados del siglo XIX y que hoy explica casi el 68% de las ventas al exterior.
Por lo pronto, socialdemócratas, ecologistas y liberales, están divididos sobre cómo responder. El líder de los liberales, el ministro de Finanzas, Christian Lindner, apuesta a recortar impuestos y reducir la burocracia. “Si no hacemos nada, nuestro país colapsará y Alemania será más pobre”, advirtió en uno de sus últimos y tensos debates en el seno del Bundestag, el Parlamento Federal.
Tras varios meses de discusiones, el gobierno prometió una reducción de la carga fiscal para la empresas de unos € 7.000 millones cada año. Sin embargo, no todos piensan igual. Para el ecologista Habeck, no será suficiente y llamó a relajar las normas presupuestarias para invertir en los sectores con mayores perspectivas de futuro. Una alternativa nada sencilla.
El “freno de la deuda”, consagrado en la constitución, limita el déficit público anual a 0,35% del PIB. Suprimir ese símbolo de la seriedad presupuestaria alemana es una línea roja para los liberales, lo que acreciente las tensiones en la alianza y pone en peligro el futuro de la coalición, cuyos tres partidos están cayendo en picada en las encuestas.
No es poco lo que está en juego ante de las elecciones regionales de este año, comicios en los que la derecha, e incluso la ultraderecha, podrían ganar terreno en medio de los debates sobre la salud de la economía y cuestiones como la inmigración y el posicionamiento del país en temas de geopolítica regional y global.
El secretario general de los liberales, Bijan Djir-Sarai, ha planteado abiertamente la posibilidad de que su partido abandone la coalición. “Es necesario el cambio económico y el punto decisivo es saber si esta coalición podrá iniciar ese cambio en las próximas semanas y meses”, declaró el domingo al diario Bild.
(Con información de AFP)