Desde la ventana de su avión privado, unos segundos antes de aterrizar este jueves en Eagle Pass, es probable que el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, haya visto los controvertidos alambres de púas y las boyas con pinchos que fueron colocados en el río Bravo para evitar la entrada de inmigrantes. Ni bien descendió, el exmandatario miró el cielo despejado de Texas en un invierno que le es ajeno, y en dirección a los periodistas que lo esperaban lanzó: “Buen tiempo, hermoso día. Pero una frontera muy peligrosa. Nos encargaremos de ello”.
A menos de 500 kilómetros de allí, el mismo día, en el mismo Estado y a orillas del mismo río, el actual presidente Joe Biden reclamó la falta de apoyo de los congresistas del Partido Republicano para aprobar un cambio legislativo sobre la inmigración. “Es hora de que el presidente y algunos de mis amigos republicanos en el Congreso que bloquean este proyecto de ley muestren un poco de coraje”.
AFP
Biden en Texas, este jueves.
El duelo dialéctico fue lo más parecido a un debate anticipado entre los dos principales contendientes en las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo noviembre. Y el escenario elegido, en la frontera con México, no fue casual.
La inmigración “es el principal problema del país” para los estadounidenses. Es la primera vez que ocupa esa posición en lo que va de la administración Biden, y se explica porque más de la cuarta parte de la población adulta así lo considera, según la última encuesta de la consultora Gallup.
“La economía de Estados Unidos está creciendo, está bajando el desempleo, está disminuyendo la inflación y los delitos más violentos, la mayoría de los electores quieren preservar el derecho al aborto, por lo cual los opositores de Joe Biden se han apoderado del latiguillo ‘caos en la frontera’” como bandera de campaña, explica a El Observador Adam Isacson, director del monitoreo de seguridad en la Washington Office on Latin America. “Los republicanos piensan claramente que la inmigración es el tema que les ayudará a ganar en (los comicios de) 2024”.
De hecho, la identificación partidaria es el gran parte-aguas entre quienes consideran a la inmigración como un problema y quienes no: mientras el 57% de los republicanos manifiesta que “el caos en la frontera” es el principal escollo del país, entre los demócratas desciende al 10%.
Los más adultos —que son los que siguen con mayor frecuencia los canales de televisión estadounidense— son los más reaccionarios ante las medidas pro-inmigrantes. Y según el periodista Rafael Bernal, quien cubre la política hispana en el periódico The Hill, referencia entre el establishment político de Washington, no es casualidad: “Son una minoría quienes opinan que las políticas migratorias les afecta directamente, (porque) a todas luces es un tema retórico que se instaló en el imaginario popular dadas las campañas políticas y la cobertura casi infinita que le dan los medios de comunicación”.
Esa retórica, admite Bernal a El Observador, está haciendo que la xenofobia aflore. En Estados Unidos está habiendo una “cobertura mediática fuera de proporción” a un aparente homicidio en Georgia, “por la simple razón de que el imputado es un ciudadano venezolano que entró al país en 2022 sin papeles”. O, por citar otro ejemplo, está saturando la agenda mediática “una riña entre un grupo de venezolanos y un grupo de policías de Nueva York, a pesar de que estadísticamente los inmigrantes (con y sin papeles) delinquen menos que los estadounidenses nativos”.
Tras un diciembre con récord de detenciones por parte de la Patrulla Fronteriza (249.735 en un solo mes), cada vez más estadounidenses ven la inmigración ilegal como una amenaza “crítica” para su país en la próxima década. Esta postura, dice la última encuesta de Gallup, tuvo un “crecimiento significativo” en el último año.
El analista Isacson advierte que esta postura y retórica que se vive en Estados Unidos en plena campaña electoral “ya está afectando” a los países de América Latina y el Caribe. “La mayoría de diálogos bilaterales recientes de Estados Unidos con México, Guatemala, Colombia, Honduras y Panamá se han centrado en la migración. Los líderes corruptos y antidemocráticos saben que pueden aliviar la presión estadounidense si parecen cooperar con el freno de migrantes. En Venezuela, cuando Biden decidió restablecer sanciones tras la suspensión de María Corina Machado, lo primero que hizo Caracas fue detener los vuelos de deportación. E incluso pueden darse cambios en los flujos migratorios (rutas más peligrosas o retorno a países de origen)”.
Y todo este caldo de cultivo empieza a dividir al grupo ético que más viene creciendo —después de los asiáticos— entre el electorado estadounidense: los latinos.
Latinos deciden sobre latinos
En un hotel de Kansas City, una de esas ciudades céntricas de Estados Unidos y que se hizo famosa por el jazz, la chica que limpia las habitaciones, salvadoreña de nacimiento, reza por el retorno de Trump. “Los inmigrantes nos están sacando el trabajo, cada vez hay menos plazas y se compite por salarios más bajos”.
—¿Usted no es acaso una inmigrante?
—Sí, pero yo me vine a Estados Unidos hace tiempo y ya me gané el derecho de piso.
AFP
Latinos simpatizantes de Trump en Texas.
El diálogo —verdadero— aconteció hace pocos meses, cuando todavía no se había encendido el fervor electoral. Y según el periodista Bernal es parte del dilema que cruza a muchos votantes latinos:
“Está creciendo el número de hispanos que ven con buenos ojos la retórica de fortalecer la frontera, porque en las ciudades de arribo dar respuesta significó elevados costos de servicios, porque los beneficios económicos de la inmigración no es tan visible como los albergues abarrotados, y porque los hispanos no están exentos de actitudes clasistas y racistas”.
En ese sentido, la actitud que adopten los votantes latinos puede ser clave en una elección en la que uno de cada siete habilitados para votar pertenece a este grupo étnico. Según el Pew Research Center esta comunidad aumenta a un ritmo de 1,4 millones de habilitados para votar cada año y en seis Estados más de la quinta parte del electorado es latina.
“La población latina —que comprende muchas nacionalidades, distintos niveles educativos y de ingresos— está dividida sobre las políticas migratorias: los políticos cubanos republicanos de Florida son grandes partidarios de la política de Trump al grito ‘¡Quedate en México!’”.
Y en un bipartidismo de facto como se da en el sistema político estadounidense, el creciente voto latino “puede ser determinante”.