Hubo gente que lloró. A otros le pasó por el costado. Algunos volvieron a reconectar con la historia y le encontraron un reverso nuevo, una forma distinta e impactante de acercase a los hechos. Varios se entusiasmaron. Varios se fanatizaron. En resumen: La sociedad de la nieve y su éxito rotundo dieron para mucho. Se convirtió en la segunda película no hablada en inglés más vista de la historia de Netflix, su elenco fue catapultado al estrellato, este domingo se resolverá, además, si se queda con un Oscar. O dos. O ninguno.
Y en el medio, la película caló hondo en los sobrevivientes de la tragedia y en sus familias. Los trajo de nuevo al frente. Llevó su historia a todos los confines del planeta, una vez más.
Varios de ellos formaron parte activa de la producción, acompañaron a la película durante su trayecto triunfal por los festivales del mundo, y dieron varias entrevistas. Se conocieron algunos datos inéditos, se revitalizó el interés y el respeto por los que no volvieron, el vínculo entre las familias se saneó. En más de un sentido, la película de Juan Antonio Bayona cerró heridas y moldeó nuevas percepciones en torno a la tragedia del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya. Expandió su mitología. La llevó a nuevas generaciones.
Todos los sobrevivientes vieron la película. Varias veces. Y tienen sus propias consideraciones sobre lo que allí se cuenta, la forma en la que la cinta de Bayona adapta su historia, y otras cuestiones vinculadas, sobre todo, a las consecuencias que estos meses de entusiasmo desmedido han provocado en sus vidas. Por eso, desde El Observador quisimos consultarles hasta qué punto La sociedad de la nieve los atravesó.
Netflix
Los catorce sobrevivientes que todavía quedan vivos recibieron un formulario con varias preguntas vinculadas a la película. Devolvieron, en total, once respuestas. Tres prefirieron no contestar. De los once que sí lo hicieron, todos la vieron, y a todos les gustó “mucho” o “bastante”. Para todos es, además, muy fiel a los hechos, salvo para uno: Roberto Canessa.
Quien se encargó junto a Fernando Parrado de la travesía de diez días por la montaña que derivó en su rescate fue el único que admitió que la película no es fiel con lo acontecido, por la sencilla razón de que la crudeza de lo vivido sería “irreproducible” en una película. Todo el resto reconoce que el largometraje se ajusta lo máximo posible a lo acontecido en las montañas tras el accidente aéreo de 1972.
A seis de los sobrevivientes que respondieron la encuesta, la película les cambió “poco” y “nada” su vida. Pero a cinco, en cambio, les incidió “bastante” o “mucho”.
A Gustavo Zerbino, por ejemplo, le hizo “volver a sentir y conectarse” con lo duro e intenso que padeció en la cordillera. A Carlos Páez lo sensibilizó. Álvaro Magnino pudo ver en una pantalla “lo más parecido” a lo que le aconteció más de medio siglo antes. A Eduardo Strauch ahora lo “reconocen y piden fotos” por la calle, fue destacado en varias ciudades de España, y sus conferencias despertaron más interés.
Canessa, mientras tanto, bromea con que ganó “un millón de amigos y fans”. Al respecto, el cardiólogo contó: “Para un chico de 14 o 15 años, cualquiera de los que pasamos los 45 años (en mi caso más de 45) somos invisibilizados. Y ahora me frenan a pedirme fotos, a preguntarme por la película. Hasta mi nieto de cuatro años me dijo: ‘Tata, cuando sea grande quiero ser como vos. Quiero escalar montañas y salvar a los amigos’”.
Entre los sobrevivientes existe una visión unánime sobre la imposibilidad de “centrarlo todo” en una ficción de pocas horas. Pero algunos de ellos cuentan algunos detalles que podrían haberse incorporado.
Antonio “Tintín” Vizintín es uno de ellos. A él le hubiese gustado que se explorara más sobre otras expediciones que se intentaron en la cordillera, así como también más escenas sobre la vida en la cola del avión.
Adolfo Strauch, en tanto, agregaría a la película la llegada a Montevideo y la conferencia de prensa en la que los sobrevivientes dieron la cara ante el público por primera vez tras el aislamiento.
Zerbino hubiese añadido a La sociedad de la nieve “la última noche antes de la salida final, con la grandeza de Sergio Díaz (jefe de los rescatistas que llegaron en helicóptero) quien durmió en fuselaje con algunos sobrevivientes que no cabían en el primer rescate, pese a ser el día de su cumpleaños”. También hubiese querido una referencia mayor a sus amigos Enrique Platero y el Rafael “Vasco” Echavarren, quienes murieron pero “mostraron una grandeza espectacular y vocación de servicio a pesar de su deterioro físico”
A Páez le hubiese gustado una mención a su vínculo con la luna durante esa lucha por la supervivencia, y el posterior reencuentro con su padre, el pintor homónimo.
Y Canessa, finalmente, dice que “la caminata fue más dura de lo que se describe y tuvo muchos más detalles. Pero a esa altura de la película, es difícil tanta narrativa. Una película es una manifestación artística, no la realidad. Por eso digo que la película no es fiel, en el sentido de que es un intento de contarle a la sociedad civilizada lo que le ocurrió a una sociedad de la nieve”.
¿Cómo lo hicimos?
El Observador encuestó, mediante un formulario de Google, a los 14 sobrevivientes de la tragedia de Los Andes que continúan vivos. Contó con las respuestas de 11 de esos 14 protagonistas (los restantes tres se excusaron de participar).
El cuestionario incluyó cinco preguntas de opinión con múltiple opción y otras cinco de respuestas abiertas.
Este trabajo fue iniciativa de un equipo periodístico de El Observador integrado por: Emanuel Bremermann, Carla Colman, Nicolás Tabárez y Tomer Urwicz.