Esta nota fue publicada el 29 de febrero del año 2020 y resulta oportuno recordarla este jueves, cuatro años después, en el marco de un nuevo año bisiesto.
Allá por el siglo XVI, cuando la Iglesia Católica impulsó un cambio de calendario para que los equinoccios y solsticios cayeran siempre más o menos por las mismas fechas, y la Pascua coincidiera más o menos con el equinoccio de marzo, se decidió mantener una de las cualidades de su antecesor: agregar un día cada cuatro años, con la intención de acompasar así la cuenta de los días con la órbita real de la Tierra al Sol.
Ese giro galáctico tarda 365 días y seis horas en completarse. Esas seis horas se “guardan” y cuando suman 24 (o sea, cada cuatro años), tenemos en el calendario un día 29 en el segundo mes del año, como sucedió en este 2020.
Un 29 de febrero Lo que el viento se llevó se ganó ocho premios Oscar, terminó el asedio de Sarajevo en la guerra de los Balcanes, murió un Papa (Hilario) y nació otro (Pablo III). En Grecia lo consideran un día de mala suerte para las parejas que se casan, los irlandeses tienen como tradición desde el siglo V que las mujeres pueden pedir ese día la mano de los hombres con los que desean casarse y no al revés, como era norma en la antigüedad (esa tradición es la base de la película Leap year, de 2010, protagonizada por Amy Adams) y en la ciudad de Aurora, en Estados Unidos, las mujeres solteras tienen la potestad de arrestar a los hombres solteros y cobrarles una multa de cuatro dólares.
El presidente español Pedro Sánchez festeja su cumpleaños, igual que el rapero Ja Rule, y en los cómics, el mismísimo Superman usa su aliento de hielo para soplar las velitas, aunque no así Clark Kent, que festeja el 18 de junio, cuando sus padres adoptivos lo encontraron en su granja, recién fugado del planeta Kriptón.
Y también hay algunos uruguayos que cumplen años en ese día tan particular. Estas son algunas de las historias, en especial, de cómo es vivir con “un cumpleaños cada cuatro años”.
Leonardo Blanco tiene 43 años, y nació el 29 de febrero a las ocho de la mañana. Sus padres no quisieron esperar hasta el día siguiente para anotarlo, y además prefirieron respetar el día real de nacimiento de su hijo.
Blanco dice que nunca le afectó poder festejar en el día correcto cada cuatro años. “No tengo recuerdos de que me haya afectado, ni siquiera de niño, porque como me lo festejaban igual y había regalos, como niño con eso me alcanzaba. Por ahí en ese momento no entendía por qué pasaba, de grande aprendí por qué se hace y me cerró por todos lados”. Los años que febrero tiene 29 días, como este, festeja ese día, aunque caiga en la mitad de la semana. Cuando no sucede, lo hace por igual el 28 de febrero o el 1° de marzo, dependiendo de lo que quede más cómodo. “Como no existe el día, lo hago cuando me dé la gana”, explica.
En su infancia, lo habitual era que en su casa lo saludaran el 28. “Pero siempre hacían el mismo chiste, el de ‘no sé si saludarte hoy o mañana, o si no saludarte’. Lo hacían mis padres, mi hermana, mis amigos, siempre me lo hicieron”, agrega.
El eterno comentario
El guitarrista y compositor Nicolás Noechwicz tiene 36 años. O “nueve bisiestos”. A sus padres no les dejaron opción y tuvieron que anotarlo ante el Registro Civil como nacido el 29 de febrero, sin chances de cambiarlo por un día que se repita sin excepción todos los años.
“Es la historia de mi vida, el eterno comentario y la pregunta de cuándo festejo, pero nunca me afectó”, dice Noechwicz. Lo normal es que cuando no se trata de un año bisiesto, lo llamen tanto el 28 de febrero como el 1° de marzo. Algunos, incluso, lo llaman los dos días. Los argumentos de los que optan por el 28 es que es el último día del mes, y él nació el último día de ese mes. Los que prefieren el 1° usan como argumento que el 28 de febrero, aún no había nacido.
Ese mismo es el criterio que él utiliza cuando no hay 29. Prefiere el primer día de marzo, porque además, es el día que siempre celebró con su familia, ya que el 28 era el cumpleaños de su abuela, entonces el día ya estaba ocupado para las celebraciones. “A mí me parece simpático, es más, creo que la gente se acuerda más de tu cumpleaños porque es un día particular”, considera.
Un distinto
Alejandro Kiriakidis estaba jugando al fútbol cuando le sonó el teléfono. El parto de su hijo Tomás, previsto para el 7 de marzo, se había adelantado unos días. En el camino a casa, y luego con su esposa Patricia rumbo al hospital, se dieron cuenta que el niño nacería el 29 de febrero. “Lo vas pensando, y después en la puerta del hospital te olvidás. Pero después del parto la familia lo empezó a comentar, y a hacer chistes”, explicó a El Observador.
“Ya sabemos que es un niño distinto”, explica Kiriakidis sobre la peculiaridad natalicia de su hijo, aunque todavía no tiene claro que sucederá con sus futuros cumpleaños. “La respuesta final la veremos en uno o dos años, cuando definamos si lo festejamos el 28 o el 1°”. Por ahora, aclara, se inclinan por el 28, para que se mantenga al menos el mes del nacimiento.