Cooperativas Agrarias Federadas (CAF) distinguió a tres mujeres que han realizado aportes destacados al cooperativismo agrario desde diversos roles.
Fueron homenajeadas, este jueves 7 de marzo y teniendo como marco el Día Internacional de la Mujer que se conmemora cada 8 de marzo y en todo el mes, Adriana Nobre, Nelda Pérez y Ethel Hunziker.
CAF
Nelda Pérez.
CAF
Adriana Nobre.
CAF
Ethel Hunzinker.
La institución
Fundada el 9 de abril de 1984, CAF es la única federación que nuclea a cooperativas agrarias en el Uruguay. Representa los intereses de cooperativas distribuidas en todo el territorio, que cuentan con más de 10.000 productores asociados, de los cuales más del 80% integran la agricultura familiar. Esas cooperativas socias desarrollan sus actividades en diferentes cadenas globales de valor, agroalimentarias y agroindustriales, abarcando casi la totalidad de los rubros agropecuarios explotados en el país. Producen: lácteos, carne (vacuna y ovina), lana, granos (soja, trigo, cebada, etcétera), frutas y verduras, vinos, flores, miel y semillas, entre otros productos.
A continuación, tras su publicación en el portal de CAF en internet, el perfil de cada una de las mujeres reconocidas, que fueron recibidas en la sede de la institución que preside Pablo Perdomo, donde compartieron sus testimonios.
CAF
Reconocimiento a mujeres rurales.
Adriana: trabajadora disciplinada y entusiasta
Adriana nació un 28 de febrero, en la ciudad de Salto. Comparte su vida con Juan y es mamá de tres hijos varones: Diego, Santiago y Valentín. Es hincha de Nacional, a pesar de que en su casa son todos de Peñarol.
Creció junto a sus padres Elsa y Domingo César, y a sus hermanos: Julio César y Maria Alejandra. Cursó la primaria en la escuela N° 31 y en la N° 8 de Salto. Luego de finalizar sus estudios en el liceo N° 1, se mudó a Montevideo para ingresar a la Facultad de Ciencias Económicas, e iniciar sus estudios de contador público.
Desde hace 19 años, se desempeña en la gerencia de CALSAL, una cooperativa agropecuaria situada en el norte del país con sede en Salto, con unos 450 socios. Llegó a la cooperativa a través de un concurso cuando aún estaba dando los últimos exámenes. Tenía intenciones de permanecer en la empresa tres meses, pero lleva más de tres décadas trabajando en ella.
Inició su desarrollo profesional como administrativa, luego pasó a ser la contadora hasta que le propusieron que asumiera la gerencia. Cuenta que le daba pánico porque iba a ser la primera mujer en esa posición, pero el aliento de sus compañeros la empujaron hacia adelante.
El ritmo de vida pausado que caracteriza al interior del país es lo que Adriana más valora de habitar en su ciudad natal. “Cuando volví a Salto luego de estudiar en Montevideo, mis padres me preguntaban por qué andaba siempre apurada…traía el acelere de la capital. En Salto el ritmo es otro. Por ejemplo, vas a almorzar a tu casa al mediodía, y tenés contacto permanente con tus hijos. Eso fue lo que nos llevó a elegir criar nuestros hijos en Salto”, cuenta.
Adriana se ocupa fundamentalmente de la parte financiera de la cooperativa, y afirma que en ese rol se siente “en total igualdad” con el resto de su equipo. Aunque muchas veces tuvo que ir a reuniones en las que se encontraba en minoría absoluta, nunca se sintió incómoda y nota que cada vez hay más mujeres en esas posiciones.
Sobre lo que más aprecia de su trabajo, señala: “Me gusta la gente de campo porque cumple con su palabra. Hay gente que ha tenido deuda por muchos años con la cooperativa, pero cuando pudo negoció y cumplió. Eso es porque valoran a quien los ayuda a salir adelante y a criar a su familia: como somos una cooperativa, siempre nos regimos por los valores”, concluye.
Es exigente en su casa: le gusta el orden y la limpieza. Se revuelve muy bien en la cocina, siendo su especialidad la torta de zanahoria y las galletas de avena.
“Adriana tiene don de gente”, aseguran quienes la conocen. Adjetivos como guerrera, trabajadora disciplinada y entusiasta, se suman a la larga lista de cualidades que la caracterizan. “Es la primera en llegar, y la última en irse”. Mujer atenta a los detalles, “recuerda todos los cumpleaños, y ni que hablar de pagos en fecha de los tributos”, cuentan en CALSAL.
La frase “se pone la camiseta por el equipo” le queda como anillo al dedo… siempre está al servicio de su familia y de sus afectos. Diego, Santiago y Valentín, sus hijos, la describen como una excelente mamá, “siempre estuvo y ha estado para nosotros”… en lo laboral ha logrado lo que tiene gracias a su compromiso y dedicación, nada ha sido gratis, ella se lo merece.
CAF
Ivanna Castellanos (CAF), las homenajeadas (Nelda Pérez, Adriana Nobre y Ethel Hunzinker) e Iliana Garrone (CAF).
Nelda: dedicación y responsabilidad
Nelda nació y creció en el campo, en un establecimiento agropecuario cercano a la ciudad del Carmen, en Durazno. Creció junto a sus padres y dos hermanos.
Cuando su papá se enfermó, se fue a vivir a Sarandí del Yi. Cursó primaria y los primeros años de secundaria en el Colegio Virgen Niña. El bachillerato lo realizó en la ciudad de Durazno. Quienes conocieron su época de estudiante, cuentan que era una niña muy responsable y una alumna ejemplar.
Con sus jóvenes 24 años, ingresó a trabajar en la cooperativa El Fogón, referencia para cientos de productores agropecuarios en la zona de Durazno y Florida, en el puesto de “cajera”, donde se ganó la simpatía de todos por su buen trato, compromiso y dedicación.
Cuando la cooperativa decidió cerrar el almacén, Nelda pasó a trabajar en los equipos de radiotransmisión, un medio de comunicación social bien importante para los socios de la cooperativa y para la comunidad toda. Los teléfonos no tenían suficiente alcance, por lo que por ese medio se solucionaban muchas de las necesidades de la gente del campo.
Luego de un período donde la cooperativa disminuyó mucho su actividad, se reincorporó ocupando desde ese momento, el puesto de recepción y ventas. Nelda se ha desempeñado con dedicación y responsabilidad, respondiendo siempre a las necesidades que se plantean, incluso hasta coordinar medicamentos para los socios. Su calidad humana jamás olvida las fechas importantes de los socios: cumpleaños, aniversarios, nacimientos y otros.
“Se acuerda de todos mis hermanos, aunque no los vea nunca, ella siempre pregunta por ellos, ¡hasta se acuerda de los nombres de mis sobrinos! Y por supuesto cada año recibís un mensajito de feliz cumpleaños de ella…”, cuentan en la cooperativa.
Nelda es una de las personas más importantes y muy bien valoradas en la cooperativa El Fogón, tanto por sus dirigentes como socios. Si la cooperativa tuviera cara, ésta sería la de Nelda… apenas entrás a la cooperativa te encuentras con Nelda en su silla giratoria, siempre con una sonrisa dispuesta a solucionar todos los requisitos de los socios. Ha sabido adaptarse a la nueva tecnología y es un referente también para los funcionarios más jóvenes.
Además de su gran compromiso con su trabajo en la cooperativa, se desempeña con igual dedicación en otras actividades en el medio. Participa activamente en la organización de la “Fiesta del Cordero Pesado” desde sus inicios.
También integra el Rotary Club de Sarandí del Yi, desde ese lugar trabaja activamente en la localidad dando respuestas a otras necesidades de la gente. En 2015, el Rotary Club le hizo un reconocimiento por su contribución a la sociedad en distintos ámbitos.
Además participa de la comisión de la Escuela Especial Nº 86 desde el año 2000. Esta es una escuela donde asisten niños con capacidades diferentes y desde la comisión de apoyo hacen actividades para recaudar fondos y apoyar las actividades de la misma.
Nelda, cuenta con un ingrediente fundamental: la capacidad para comprender y ponerse en el lugar del otro. Esa sensibilidad social es lo que la caracteriza y hacen “vivos” los valores que representa su cooperativa.
CAF
Reconocimiento a mujeres rurales.
Ethel: fuerte, empecinada y resiliente
Ethel, o “Beba” como la conocen todos, nació en Nueva Helvecia, en el departamento de Colonia, un 6 de noviembre. Los primeros años de su niñez transcurrieron en un tambo en la localidad de Ecilda, donde trabajaba su mamá Elisa y su papá Alberto.
De niña disfrutaba concurrir a la escuela, que quedaba a unos 10 kilómetros de su casa. Cruzaba a caballo por el arroyo Escudero. Cuando inició el tercer grado, cambió de escuela, ya que su padre, gracias a un crédito del Banco República, compró dos fracciones de la Estancia Miguelete, y allí se mudaron.
En la escuela de Miguelete le tomaron un examen y pudieron comprobar que Ethel sabía leer, multiplicar y resolver problemas matemáticos. Era buena estudiante. Con tan solo 10 años, la vida le dio un duro golpe al fallecer su mamá. Sin embargo, cuenta que tuvo una feliz niñez…
Aprendió desde muy chica a andar a caballo para ayudar a traer los terneros, a plantar los verdeos, ¡e incluso hasta alambrar! Recuerda con alegría los veranos pescando en Paso de la Cadena, y el cielo estrellado que le enseñaba su papá.
A sus 19 años, se casó con Luis. Con el tiempo, llegaron los hijos, y fruto del trabajo y el esfuerzo compraron 18 hectáreas sobre la ruta 12, en la zona La Palma, denominada Villa Elisa.
Ethel hacía quinta, criaba gallinas, ordeñaba dos vacas prestadas y vendía manteca. Ethel se ha caído, y ha sabido levantarse… ha enfrentado los embates de la vida con una fortaleza inquebrantable, pudiendo sortear dolores que parecían insuperables: como a pérdida temprana de su hija Nancy…
A sus 42 años quedó viuda, por lo que tuvo que ser hacerse cargo de sus tres hijos, y afrontar deudas que superaban ampliamente su patrimonio. Pero la vitalidad de Ethel se reveló no solamente en su capacidad de persistir, sino en la de volver a empezar…
Viajó directo y sin cita previa a la Ciudad Vieja, en Montevideo, para hablar con el director del Banco República y poder afrontar su deuda, demostrando una vez más, su tesón y firmeza.
“A la entrada pido que me atienda el presidente del banco, me decían que si no tenía audiencia no me iba a atender, pero yo no hice caso y seguí esperando, estuve horas sentada. Al final un empleado me dijo que me iban a atender. Entre a un salón muy grande con alfombra roja, una mesa ovalada y unas arañas de lujo. En la sala, había un señor bajito, que me pidió que le contara mi historia…después de conversar mucho rato, el señor llamó al Gerente de la sucursal de Carmelo. Me dieron todo el plazo que necesitaba, para así poder pagar la deuda, no me iban a cobrar intereses de mora. ¡Así paré el tercer remate!”.
Hoy trabaja más de 1.000 hectáreas de agricultura y 300 has de lechería ordeñando 170 vacas, complementando con ganadería de engorde. Beba, es una abuela de cinco nietos, por quienes siente un profundo orgullo. Es productora socia de la cooperativa Copagran.
En el año 2016 estaba por viajar con sus nietos cuando le avisaron que le entregarian el premio Morosoli, en la categoría “producción agropecuaria”. Beba, mujer luchadora, pionera, fuerte, empecinada y resiliente, nunca bajó los brazos, siempre se levantó… “siempre cuando crees que no va más, viene de algún lado una lucecita”… hoy esa lucecita nos alumbra el presente.
CAF
Reconocimiento a mujeres rurales.