Existe un lugar en el departamento de Colonia, en el paraje Barra de San Juan de Uruguay, que es conocido por la belleza de su paisaje. El sitio, es el favorito de los presidentes uruguayos para descansar y también para recibir a personalidades de otras latitudes. Lo que pocos saben, es que ese predio, del que Uruguay hace gala, perteneció a un argentino: Aarón Félix Martín de Anchorena Castellanos, un personaje paradigmático de la clase alta porteña del siglo pasado. Ante la curiosidad, la pregunta no se hace esperar: ¿cómo se convirtió el Estado uruguayo en el propietario de la lujosa estancia?
Al igual que muchos jóvenes de la clase alta de Buenos Aires, era frecuente que Aarón, hijo de María Mercedes Castellanos y Nicolás Hugo de Anchorena, pasara varios meses del año en Europa. Allí, empezó a soñar con la idea de conquistar el cielo. Tal era su entusiasmo que en Francia, decidió comprar un globo aerostático, al que bautizó Pampero. Con él ansiaba cumplir una hazaña: unir Buenos Aires y Uruguay por aire.
El 25 de diciembre de 1907, fue el día elegido para la proeza. Varios curiosos se habían reunido en la Sociedad Sportiva (actual Campo de Polo de Buenos Aires, en Palermo). Para que lo acompañara durante el vuelo, Aarón había contratado especialmente a un experto francés. Pero apareció un imprevisto de último momento: el francés se negó a subir a la aeronave, para él las condiciones climáticas no eran las ideales y calificó de “suicida” a la aventura.
Aarón restó importancia a la decisión del francés y mientras se terminaba de inflar el globo, preguntó entre los presentes si alguno deseaba acompañarlo en su viaje. Sin dudarlo, hubo alguien que levantó la mano y minutos después ya se estaba acodando en la barquilla: era Jorge Newbery.
A las 12:45 se soltaron las sogas y Pampero comenzó a ascender. Los jóvenes aficionados estaban eufóricos. Desde el aire podían contemplar a sus pies el río más ancho del mundo. Llegaron a los 3.000 metros de altura, pero los planes se alteraron: un cambio en la atmósfera y una ráfaga de viento fuerte los hizo descender abruptamente. De milagro no sufrieron daños y, afortunadamente, aterrizaron en la República Oriental del Uruguay, a la vera del rio San Juan. Habían logrado cumplir su proeza.
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Aquel momento marcó un antes y un después en la vida de los jóvenes. Para Newbery fue el inicio de su carrera en la aviación, mientras que Aarón descubrió su lugar en el mundo.
Aunque María Mercedes Castellanos estaba acostumbrada a lidiar con el espíritu aventurero de su hijo (en 1901 participó en la primera carrera de autos y al año siguiente viajó por la Patagonia a caballo), sentía que con el globo aerostático había llegado demasiado lejos. Pensaba que volar era riesgoso y temía por la vida de Aarón. Probablemente, el hecho de que su marido hubiera fallecido varios años atrás, en 1884, le generó la responsabilidad de lograr que el joven sentara cabeza.
En lo que sigue no hay unanimidad en las crónicas. Para algunos, fue María Mercedes quien le propuso a Aarón comprarle una estancia en Uruguay a cambio de que abandone la aviación; mientras que otros, afirman que fue el propio joven quien le pidió a su madre “un adelanto de herencia” para comprar las tierras donde había aterrizado con el globo y que habían pertenecido a la compañía inglesa The River Plate Company Ltd.
Independientemente de quien tomara la iniciativa, el desenlace fue unívoco: Aarón dejó de volar y se estableció del otro lado del Rio de la Plata.
Con el dinero que le dio su madre Aarón compró 11.000 hectáreas de campo junto a la desembocadura del río San Juan, en el departamento de Colonia, Uruguay. Allí, se inicio como productor agropecuario.
En 1911, junto a unos barrancos de más de diez metros sobre una playa del Rio de la Plata, un lugar con una vista privilegiada, construyó la casa principal. En aquel entonces, fue conocida como el Palacio Anchorena. La edificación, combinaba los estilos Tudor y Normando, y poseía un amplio living comedor, cocina, baños y cinco dormitorios.
Aarón situó la casa en un entorno natural paradisíaco que planeó en cada detalle. Contrató al paisajista alemán Hermann Bötrich, quien fue el encargado de diseñar, en una superficie de más de 250 hectáreas, un parque con un marcado estilo inglés. Las primeras plantaciones datan de 1908. Además de alcornoques, robles, araucarias, cipreses calvos y arces japoneses; hay más de 60 tipos de eucaliptos que personalmente Aarón trajo desde Australia y más de un centenar de especies de flores. Bordeando el Río San Juan, se mantuvo un imponente monte ribereño que ocupa más de 300 hectáreas, donde se destacan arrayanes, canelones, ceibos, lapachillos, mataojos y coronillas.
En cuanto a la fauna, conviven varias especies autóctonas y otras exóticas como los ciervos Axis que Aarón trajo especialmente desde la India y jabalíes.
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Además de la casa principal, construyó en el predio una capilla, una casa para los capataces del campo y un palomar. El casco de la estancia, llego a tener 300 empleados. También, en 1927, inauguró en homenaje al navegante Sebastián Gaboto, una torre de 75 metros de altura. La edificación, se encuentra sobre la desembocadura del Río San Juan, cuenta con una escalera caracol de 320 escalones que conduce a dos miradores, desde donde se aprecia un panorama de gran belleza.
Además de la importancia arquitectónica (es el faro más alto de Uruguay), la Torre tenía para su propietario un objetivo personal: ahí deseaba que descasaran sus restos. Fue por eso, que mandó construir en su base un sepulcro.
Aarón gozó de su fama de playboy y soltero codiciado hasta pasados sus 50 años, cuando se casó, en París, con Zelmira Rosa Paz Díaz, la hija menor de José C. Paz, el fundador del diario La Prensa y viuda de Alberto Gainza Lynch.
La crisis de los años 30 repercutió en las finanzas de Aarón, que para saldar las deudas que tenía la estancia, en 1938, le pidió a su señora el Palacio Paz, en Buenos Aires, que había heredado de su familia. El palacio, ubicado frente a Plaza San Martín, fue comprado por el Estado argentino y se convirtió en la sede del Círculo Militar.
Aarón no tuvo hijos y falleció el 24 de febrero de 1965. Un par de años antes de su muerte redactó su testamento. La última voluntad del aristócrata porteño era que todos sus bienes fueran repartidos entre sus ahijados Juan Manuel de Anchorena y Luis Ortiz Basualdo, con excepción del casco de la estancia y el parque que la rodea que legó al Estado uruguayo, como agradecimiento al país que lo hospedó durante gran parte de su vida.
Aunque el regalo de Aarón al país vecino tenía algunas condiciones: que la casa principal sea utilizada como residencia de descanso presidencial; que el parque de 1.369 hectáreas fuera utilizado con fines educativos, recreativos y de interés general, “para bienestar y solaz de la población”, y que sus restos descansen en la base de la Torre de piedra.
El primer presidente en disfrutar el legado del argentino fue Jorge Pacheco Areco, que asumió el poder en 1967. Desde entonces, la casa principal, es una de las residencias de descanso presidencial y lugar de encuentro de los mandatarios con figuras internacionales como la princesa Ana de Inglaterra y los expresidentes George Bush, Felipe González, Cristina Kirchner y Mauricio Macri. En noviembre de 2020, el presidente Alberto Fernández visitó la residencia Anchorena durante un encuentro con su par Luis Lacalle Pou.
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En 1989, además de iniciarse con la explotación agropecuaria de las tierras, se habilitó el ingreso del público al Parque Anchorena, ubicado a 30 kilómetros de la ciudad de Colonia. Previa reserva, puedan efectuarse visitas guiadas, que se realizan en dos turnos diarios y con cupos limitados de hasta 34 personas.
Actualmente el predio está dividido en tres partes: 245 hectáreas pertenecen al área de parque, otras 464 hectáreas conforman el monte nativo y 539 están destinadas a la producción lechera y ganadera. En las hectáreas restantes, se encuentran las áreas no productivas como las edificaciones y caminos.