Hay barrios en los que el candombe es una pieza esencial de su identidad. Barrios en los que este ritmo está entretejido en sus calles, sus pobladores, sus casas, como Sur y Palermo. Hay otros que con el tiempo también se fueron convirtiendo en polos candomberos, como Cordón y Malvín. Y hay otros donde hasta hace poco, el chico, repique y piano no tenían demasiado arraigo.
Pero el candombe ha experimentado en los últimos tiempos una expansión hacia nuevos terrenos, tanto hacia afuera de su cuna montevideana como incluso hacia otros horizontes dentro de la ciudad. Sin ir más lejos, este 10 de febrero, en el Desfile de Llamadas, por primera vez desde que el evento se realiza, desfilará una comparsa procedente de Carrasco, haciendo que esta rama del Carnaval salte la barrera imaginaria de la Rambla y Bolivia.
El troley, el bar y la comparsa
Foto: Leonardo Carreño.
La comparsa preparando su cuerda
Allá por la década de 1950, Montevideo inauguró una red de trolebuses que tenía como una de sus líneas la número 62, que conectaba Pocitos con la Plaza Independencia. La terminal del servicio que estaba en la esquina de las calles Barreiro y Chucarro, con el tiempo, se convirtió en un local gastronómico que para homenajear el origen del edificio, fue bautizado por su dueño, Pedro Berro, como 62 Bar.
Con la intención de llevar el candombe al barrio que supone el límite este de la capital, Berro propuso la creación de una comparsa, que empezó a gestarse en 2018 como una reunión de amigos y ahora desemboca, con sus casi 150 integrantes, en su debut en las Llamadas, en la segunda de las dos fechas del desfile. La comparsa, en homenaje al bar de su impulsor, se llama La 62.
El germen del conjunto está en un puñado de interesados que se reunían cada martes a aprender a tocar candombe, bajo la tutela de William Rodríguez, actual director de La 62. Berro lo conoció como cliente y amigo en su etapa en el bar, cuando Rodríguez era director de la comparsa Triniboa.
Foto: Leonardo Carreño.
Los tambores de La 62
“Cuando cerré el bar, me pareció que el candombe era un buen vehículo para derribar barreras, en esta zona no había comparsas y ahí apareció la idea”, contó Berro a El Observador. “Empezó como un divertimento, hasta que en 2023 se nos dio la loca de hacer la prueba de admisión, y pasamos”, contó.
El grupo chico que aprendía con Rodríguez empezó a crecer hasta sumar 50 integrantes, lo que empezó a complicar la logística de los ensayos, que hasta ese momento se limitaba a un ámbito doméstico.
Alejandro Parodi, uno de los integrantes iniciales de la comparsa, recuerda que durante su infancia, en la década de 1970, por la avenida Arocena había corsos cada febrero, pero la práctica fue desapareciendo. El Carnaval se fue del barrio, y el candombe era prácticamente inexistente en esa zona de la ciudad.
Por eso, cuando se conformó el taller donde La 62 tiene sus raíces, fue de los primeros en anotarse y en poner su casa a disposición como sede. Luego, el grupo fue cambiando de hogar, hasta que su crecimiento trajo un problema y una necesidad: la de encontrar un local de ensayo acorde al tamaño de la incipiente comparsa, y la de empezar a compartir el candombe con el barrio, que lo abrazó con gusto.
“Empezamos a tocar y vimos que a mucha gente le gustaba, y que se mandaban sus escapadas a ver algún que otro desfile”, recuerda Parodi en diálogo con El Observador. “El tener una comparsa del barrio, más allá de algún ‘contra’ que seguro hay, se vio con buenos ojos por parte de los vecinos. Creo que estamos ayudando a cambiar un prejuicio”, aseguró.
Tomando el barrio
Foto: Leonardo Carreño.
La comparsa se prepara para sus primeras llamadas
Constreñidos por su propio crecimiento, los integrantes de La 62 empezaron a recorrer el barrio, tocando y desfilando. Las primeras salidas arrancaban en la vieja plaza Conaprole, ubicada al lado del club Carrasco Lawn Tenis, y al principio los vecinos los miraban extrañados, pero de a poco se empezaron a acercar: público de todas las generaciones, que se arrimaba específicamente a ese punto a esperar la llegada de la comparsa.
El problema era el invierno. Con el frío los desfiles callejeros eran considerablemente menos amigables, lo que obligó a la comparsa a empezar a buscar un refugio para esos meses. Fue la gestión de Jackie y Alejandro Lourido –este último integrante del conjunto– que apareció la solución: el colegio New Zealand School, ya en Carrasco Norte.
William Rodríguez recuerda con cariño los cinco años que la institución fue el hogar de La 62, lo que también implicó dar clases a los alumnos y hasta a los padres que tenían ganas de aprender. Además, dieron distintos talleres en instituciones como la Fundación Iturria, y en la ONG Quebracho.
Tener el lugar como base también implicó que la comparsa empezara a alternar sus desfiles entre su antiguo punto de partida por las calles Costa Rica y Arocena con el cruce de Máximo Tajes y Cooper. “Salen de todas las casas a saludarnos, se armó una linda movida acá también Carrasco Norte”, comentó Rodríguez.
Foto: Leonardo Carreño.
La 62 desfilando por Carrasco
Ahora La 62 apronta su estreno en Isla de Flores, con un homenaje al bar que fue el semillero de la comparsa como temática.
Del total de componentes que desfilarán por la calle candombera por excelencia con el grupo de Carrasco, hay un 60% que por primera vez participarán de este evento. El resto lo componen integrantes con experiencia en las lides carnavaleras. “Entre los integrantes hay también hijos y sobrinos de los sobrevivientes de la Tragedia de los Andes, por lo que la cultura de ‘doy y recibo’ que ellos aplicaron en la montaña y después en sus vidas también está acá”, afirmó Rodríguez.
Y en ese contingente de debutantes, todavía hay una veintena del grupo que empezó juntándose a aprender con el ahora director, incluyendo a Parodi. La “vieja guardia” está acompañada por un grupo más joven, que bien podrían ser los hijos de los fundadores. “Esa barra nos permite soñar con que el legado de La 62 se mantenga en Carrasco, y que sigan sonando los tambores en el barrio”, comentó.
Y sin poder ocultar el entusiasmo, agregó: “A mí me gustaba el candombe, pero sabía poco y nada. Tenía la referencia de las grandes comparsas y nada más. La verdad que pensar que ahora vamos a compartir Isla de Flores con aquellos referentes es una locura”.