Por estos días, con el entusiasmo por La sociedad de la nieve y su camino al Oscar, cada detalle de lo que implicó la Tragedia de los Andes —en la montaña y fuera de ella— se transforma en una bola de nieve que puede terminar generando todo tipo de conversaciones e interés. Uno de los aspectos que la película de Juan Antonio Bayona no ahonda y que está más vinculado a lo que sucedía en tierra uruguaya mientras se buscaba a los sobrevivientes del accidente, es el rol que los radioaficionados tuvieron en la búsqueda.
Específicamente, quien cumplió un papel particular en esa búsqueda que familiares y amigos impulsaron desde Uruguay fue Rafael Ponce de León, un radioaficionado de Carrasco que era parte del Old Christian y amigo de Marcelo Pérez del Castillo, capitán del equipo de rugby que cayó en las montañas el 13 de octubre de 1972, y una de las víctimas del accidente.
Según contó Sandra Maquirriaín, hermana de una de Felipe Maquirriaín, una de las víctimas, a Montevideo Portal en 2022, Ponce de León era “un radioaficionado muy conocido, que estaba escuchando el día entero radios del exterior” y quien tenía “las primicias”.
En su casa se reunían algunos grupos de familiares, esperando conseguir noticias de la tragedia. Y fue allí donde muchos se enteraron de quiénes habían sido los 16 supervivientes una vez que fueron rescatados.
“(Mi hermana Analía) fue a ver la lista de los 16 sobrevivientes a lo de Ponce de León. Llegó a casa, abrió el portón, y, cuando la miramos, dijo que no con la cabeza. ‘No está’, agregó. Todos los padres querían que sus hijos estuvieran en esa lista”, contó.
El libro ¡Viven!, de Piers Paul Read y el primer libro en publicarse sobre la tragedia, también recoge a la figura de Ponce de León en su relato.
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“El medio a través del cual fueron difundidas las primeras noticias, y después rectificadas, era una radio en casa de los Ponce de León en Carrasco. Rafael Ponce de León era un radioaficionado y la radio un entretenimiento heredado de su padre, que instaló todo un equipo, incluido un poderoso transmisor Collins KWM2, en el sótano de su casa. Rafael era también un Old Christian y amigo de Marcelo Pérez. Él mismo, no se había unido a la excursión a Santiago porque no quería dejar sola a su mujer que estaba embarazada de siete meses. A petición de Marcelo, Rafael había usado la radio para reservar habitaciones en un hotel de Santiago para el equipo de rugby, llamando a un colega aficionado de Chile que lo había conectado con la red telefónica de Santiago. Más rápida y más barata que el teléfono, esta práctica no era estrictamente legal , pero se toleraba”, relata el texto.
“Cuando el día 13 por la noche se enteró de que el avión se había perdido en los Andes, comenzó a manejar la radio. Comunicó directamente con el Hotel Crillon en Santiago y le dijeron que el equipo había llegado sin novedad al hotel. Cuando noticias posteriores le hicieron dudar de esto, llamó a hotel de nuevo y así se enteró de que sólo dos de los jugadores habían llegado, dos que habían tomado aviones de línea”.
Ponce de León se mantuvo en contacto con radioaficionados de Chile en un ida y vuelta constante sobre las diferentes actualizaciones que iba teniendo la búsqueda de los restos del accidente y sus ocupantes.
Esas conversaciones, que viajaban a través de ese canal informal, a veces se colaba en las transmisiones de radio que los sobrevivientes a la tragedia escuchaban en la montaña mientras esperaban ser rescatados, y que luego comentaron en diversas entrevistas.