Daro Kneubuhler se tomaba por lo menos cuatro taxis por día. El 13 de octubre de 2023, en uno de esos viajes, el chofer cruzó con roja, chocó contra una camioneta de Interpol y el comunicador, que viajaba en el asiento trasero, se golpeó contra la mampara. Y le cambió la vida.
El periodista de Canal 4 y flamante incorporación de Radio Sarandí cree, con la perspectiva del tiempo, que el accidente fue útil. Lo dice sin vueltas. Le sirvió para replantearse su forma de encarar sus vínculos, el relacionamiento con su familia, con su profesión. Le sirvió para darse cuenta de una lección que a todos nos vendría bien recordar: el trabajo no es la vida.
Lo dice sentado en una sala de reuniones del canal, el día de su regreso al edificio tras meses de internación hospitalaria y domiciliaria. Aunque desde hace semanas graba desde su casa las locuciones del programa Reenviado, necesitaba empezar a discutir sobre lo que sucederá cuando termine su recuperación. Hay ideas y opciones, como meterse en un rol más vinculado a lo creativo, pero nada definido.
Su foco ahora es el estreno este lunes de la nueva etapa de Las cosas en su sitio, en la 690 AM, su primer rol como conductor en radio, donde estará acompañado por Magdalena Prado y José Sena.
Y disfrutar lo que hay por delante, consciente de que cuando dice que está “re podrido” y se lleva la mano al collarín que rodea su garganta, o cuando confiesa que “se deprimió” porque tiene que seguir usándolo al menos un mes más ya que todavía no soldaron parte de sus huesos y sigue teniendo un agujero en el atlas, como se llama a la primera vértebra, “se queja de lleno”.
“Ahora estoy más contento, porque asumo que podría estar en una silla de ruedas, tener la cara desfigurada, podría no estar hablando. Tengo todo para agradecer”, dice Kneubuhler en entrevista con El Observador. Este es un resumen de esa charla, donde habla sobre lo que significó –y resignificó– el accidente, el desafío de la radio, y cómo fue darse cuenta de lo que significaba para el público.
¿Cómo sigue tu recuperación?
Viene siguiendo los tiempos naturales, que uno nunca entiende porque la ansiedad que maneja es grande, pero la verdad que viene bien y viene recuperándose sin dolores, sin operación, al menos por ahora. Yo pensaba que ya estaba descartada, pero puede pasar, por eso tengo que cuidarme, no hacer bobadas, no me puedo sacar el collarín, no puedo jugar con esto ni apurarme porque realmente es peligroso. Ahí me asusté y ahora me lo ajusto más fuerte (risas).
¿Y la vuelta a la televisión?
Eso es más lento. Primero porque no tengo ganas de estar en desventaja, y lo que yo hago me obliga a estar bien. Y tampoco quiero dar lástima ni morbo. Entonces prefiero volver estando bien, y el canal me ha dado terrible espaldarazo con eso, me dijeron “volvé cuando vos puedas, el tiempo que puedas”. No me apuraron. Por eso quise venir a ver a los compañeros, a charlar y saludar. Tenía una reunión a las 15 y vine dos horas antes para poder charlar tranquilo con todos, porque además soy abrazador como sol de enero (risas).
¿Imaginás esa vuelta, la proyectás?
Sí, pero no sé de qué manera. Yo hice un trabajo muy físico en Telenoche, que era entrar a las 14 a correr para arriba y para abajo, ocho notas por día, generando insumos que la mayoría de las veces no eran para cosas mías, sino para global del informativo. Ese brazo que usted ve poniendo el micrófono, señora, era yo (risas). Esa corrida hoy no la puedo hacer, aunque quisiera no puedo, porque realmente bajar del auto, subir, estar corriendo de un lugar a otro, llegar tarde, es un estrés que físicamente creo que todavía no puedo asumir. Hoy me preguntás en que formato vuelvo y no lo sé. Y creo que también está bueno que el canal me haya dado tranquilidad y que sea cuando tenga que ser, de la forma que tenga que ser.
¿Extrañás ese ritmo de trabajo frenético o a raíz del accidente ahora buscás otra cosa?
Lo segundo, totalmente. No solo no lo extraño, siento que dedicaba tiempo a cosas que no tenían la importancia que yo le daba, que es lo que hacemos todos los días: dedicarle tiempo a cosas que al final, cuando lo ves en perspectiva, decís “pah, loco, pasé toda la vida trabajando, crecieron mis hijas, y yo lo vi pasar”. Y no quiero eso. Estar todo este tiempo con ellas me afianzó en una relación tan linda, que yo se lo dije hoy a los gerentes. “No quiero volver a hacer lo que hacía antes, no quiero volver a correr como un demente, porque no valoro nada”. Corro, me como una hamburguesa en algún lado de almuerzo, sigo corriendo, ¿y para qué? Es todo un delirio y al final lo hacés por plata y por ego, porque vos querés estar, querés ser. Y al final estar y ser no es eso. Tu vida no es tu laburo, tu vida es tu vida. Tu laburo es la manera de sobrellevar tu vida, o de cubrir las necesidades que tenés. Pero si tu vida es tu laburo, hay un montón de gente alrededor tuyo que no estás contemplando por eso, y por ese egoísmo de ser. Y eso me cayó ahora, disfrutando mucho más de comer un durazno con las nenas. Y te digo esto y espero en seis meses resistir archivo y no tenga seis trabajos (risas). Ese es el desafío, porque aprender algo lo aprende cualquiera, pero aplicar las cosas importantes de la vida es un huevo.
¿El accidente entonces te llevó a resignificar cosas de la vida? No sé si decir que fue útil…
(Interrumpe) Fue útil. Fue útil. ¿Sabés en qué? En frenar y replantearme un montón de cosas. Me cambió la forma de ver la vida. Yo jamás me habría puesto a reflexionar sobre lo que hago en mi vida, en cómo encaro mis afectos, a mi familia. Ni en pedo. Porque para mí era perder el tiempo, me tenía que ir a hacer una nota. Entonces fue útil porque mejoré mi salud, porque consumo cosas mucho más sanas que antes, casi no tomo alcohol porque con los medicamentos no podía, ahora si puedo pero lo hago de forma muy puntual; como mucho más sano, tomo mucha más agua. Soy más consciente de que soy finito. Yo me creía que no lo era, y la vida me pegó un codazo en la pera. En diez segundos —y en todo lo que vino después, pero esos diez segundos son un mojón— aprendí más de lo que había aprendido en 37 años.
Inés Guimaraens
Daro Kneubuhler
¿Sentiste mucho miedo?
Me cagué todo. La primera semana me dijeron “tocate las piernas todos los días, porque si sentís hormigueo está todo mal”. Y se me durmió la pierna un día y yo me pegaba, lloraba y reía, porque notaba que reaccionaba y se movía. La enfermera me miraba y diría “este demente”. Cuando no estás en una situación extrema no te das cuenta, y además subestimás al que le pasa. Y capaz que mucha gente subestima lo que pasa a mí también, y está bien, porque así la vida, pero cuando te pasa una jodida, decís “ojo”.
¿Seguís sin acordarte de nada del accidente y de ese día?
Justo ayer hablaba con la señora que cuida a las nenas, le di una cerveza que tenía, porque no la iba a tomar nadie en casa, y me dijo que ese día le había pedido que pusiera una botella de esas en el freezer para tomarla juntos cuando volviera, porque ella estaba preocupada con algo y le ofrecí charlar a mi vuelta. Y nunca volví. No me acuerdo de nada y tampoco tengo ninguna intención de acordarme. Capaz en algún momento lo hago, o viene solo, pero no tengo muchas ganas. Sí me acuerdo del después, del dolor. No tengo palabras para describirlo, dolía todo. Y cada vez que cruzábamos una puerta cuando me llevaban en el carrito en el Hospital Maciel era… Eso es de lo primero que me acuerdo.
¿Te diste cuenta también de lo que generás en el resto, a raíz de las muestras de cariño y los mensajes que fuiste recibiendo en la internación?
Me hizo pirar. Me sigue pasando. Está demás. Y no estás preparado. Porque sabés quién te quiere, o por lo menos lo estimás (risas). Pero que te explote así te sorprende. Los compañeros que fueron a visitarme, los gestos del canal. Está salado, y creo que uno no mide el cariño que le tienen los de afuera hasta que te pasa algo, y la gente te lo demuestra. Nuestro laburo hace que estés más expuesto, y por mi forma de ser y capaz que las cosas que yo hice en televisión y en radio hacían que me expusiera de tal manera que también hay un montón de gente escondida, que yo no sabía, y con la que hoy hablo pila. Hay un montón de gente que no conozco personalmente, pero mirá esto.
Kneubuhler saca su celular, entra a Instagram y scrollea en los mensajes privados, ingresa a algunas conversaciones y las muestra.
A toda esta gente, no la conozco, pero mantengo charlas, les respondo, y charlo todo el día. Me mandan cosas, me mandan mensajes de fuerza. Y a mí me encanta responder y charlar porque también es devolverle al que se toma tres minutos para escribirte con mucho cariño. Si no te podés tomar el tiempo para devolver eso, dedicate a otra cosa. Porque esto te alimenta el alma.
¿Cómo vivís esta previa al debut como conductor de Las cosas en su sitio?
Es un desafío sideral para mí. Porque mi primer trabajo fue como productor de ese programa, entré chiquitito a esa radio a trabajar para Nacho Álvarez, y que ahora me ofrezcan conducir es muy simbólico, en un momento muy fuerte. Capaz que yo estoy sensible de más, pero me emociona, y voy a tener que hacer fuerza el primer día para no quebrarme. Es fuerte (se emociona). Nunca lo esperé, cuando me lo dijeron por primera vez dije, “están tanteando y nada más”. Y ahora se materializa. Aparte con un equipo muy talentoso, con gente a la que yo escuchaba incluso. Y con Magui Prado y Pepe Sena, que van a ser los bastiones periodísticos de ese programa, porque yo no voy a serlo (risas). Estará en la inteligencia que tengamos para hacerlo funcionar, para poder ser un buen programa de radio. No le queremos ganar a nadie, queremos hacer un buen programa de radio. Obvio que esto termina siendo un partido y los resultados son los que te ponen o te sacan como a los técnicos de fútbol, pero creo que enfocarse en hacer un buen programa de radio es mucho más importante que enfocarse en ganarle a otros. Al menos para mí. Después la gente dirá si está bueno o me voy a casa.
¿Y además es tu primer rol como conductor principal, no?
Vine a Peñarol con el cuadro armado. Es una responsabilidad y un orgullo. Pero bueno, no soy yo, solo no voy a lograr nada, somos diez. Somos un equipo, y creo que el fuerte que va a tener Las cosas en su sitio este año no es una individualidad como tuvo en su momento, o como tienen otros programas, el fuerte es el grupo y el contenido que generemos. Por ejemplo, con el humor, que para mí en radio es la mitad del partido, y que a veces está bastardeado, pero es muy serio de hacer.
Vos hiciste humor además, lo sabés de primera mano.
Sí, tenía un personaje en Viva la tarde, Harley Davidson Gutiérrez, el padre del rock and roll. Y después hice una columna en El popular, el diario del Partido Comunista. Fui productor de Nacho Álvarez y tuve una columna en El Popular, pasé por todo el espectro (risas). A veces miro para atrás y digo “hice de todo”: laburé de mozo, Marset me mandó mensajes, hice un radioteatro con el locutor histórico de Fox. Era una basura el radioteatro, duró creo que tres semanas, pero lo hice con este tipo. Y esas cosas me las llevo. La radio tiene eso, te planta al lado de gente increíble, que en la tele no pasa. En la tele se juntan los cracks con los cracks, la radio en eso es mucho más democrática. Y tiene una honestidad que no la tiene ningún otro medio. Y yo ahora quiero ser honesto conmigo, y que mi familia esté orgullosa de lo que hago y digo. Si puedo ser honesto conmigo y vivir de eso, voy para ahí.
Inés Guimaraens
Daro Kneubuhler
¿Pesa más llegar a un programa establecido que a un ciclo que empieza de cero?
Sí, claro. El lunes me van a matar, o sea, yo estoy preparado para que me arruinen al principio. Es un programa que está instalado, entonces no puedo ir de crack, tengo que ir con humildad. Los fans de Juan Miguel (Carzolio) o de Iliana (Da Silva, los anteriores conductores), cuando arranque me van a asesinar y me la tengo que bancar porque es así, no soy monedita de oro porque me quiera todo el mundo. Es parte del juego que vos aceptas cuando tomas un trabajo de estos.
¿En qué está la denuncia judicial que se hizo contra el taxista que manejaba cuando tuviste el accidente?
Todavía no hay novedades, porque hasta que no se determinen las secuelas finales, no se va a definir. A mí me encantaría no tener que laburar y estar tirado, es la verdad. Preocupándome solo por recuperarme. Pero no puedo, porque como le pasa al 90% de los uruguayos, tengo que laburar porque tengo que pagar las cuentas a fin de mes, las nenas tienen que ir a la escuela, la vida me obliga. Pero hasta que no termine todo y yo me recupere de verdad, hasta que el atlas se suelde del todo y no pueda pasar raya de lo que me llevó el accidente, no podemos empezar ningún proceso. Está todo en manos de Jorge Barrera (Ndr: su abogado), pero el panorama es ese. Ellos son los que saben, yo solo me di la cabeza contra una mampara (risas).
¿Te volverías a subir a un taxi?
Nunca más.