La convocatoria circulaba entre las agencias de casting pero nadie sabía para qué era. Solo algunos detalles: el director era conocido, y el proyecto pertenecía a una plataforma de streaming. Y tenía que ver con nieve. “El casting de la nieve”, le decían. Los actores tenían que enviar monólogos, que tampoco daban muchas pistas, solo que la historia transmitía una tristeza hondísima.
Juan Caruso —argentino, 24 años— fue uno de los que se postuló. Pasaron una, tres, cuatro semanas, y no hubo respuesta. Se resignó. Un amigo le pidió ayuda para enviar su video, y ahí descubrió que había mandado su casting a un mail equivocado. A los dos días de enviarlo a la dirección correcta tuvo respuesta. Empezó a pasar etapas, a tener un zoom tras otro, hasta que lo convocaron a Montevideo a conocer en persona al director, el español Juan Antonio Bayona, a la directora de casting y a parte del elenco. Ese fue el último filtro. A los días, Caruso supo que era parte de La sociedad de la nieve.
No sé si está al tanto, pero a la película le ha ido bastante bien. Es precandidata al Oscar, está nominada al Bafta y al Goya, es lo más visto en Netflix, donde ha batido récords, tuvo un buen pasaje en la taquilla de los cines y reavivó la avidez por conocer hasta el más mínimo detalle sobre el hecho real que cuenta, la Tragedia de los Andes.
Además del hecho de haber sido parte del elenco del filme, donde encarna a uno de los 16 sobrevivientes del accidente aéreo, Álvaro Mangino, Caruso se ha convertido en una de las caras más visibles de La sociedad de la nieve gracias a sus periódicos posteos en redes sociales sobre el detrás de escena del proyecto.
Particularmente en X (exTwitter), el actor argentino ha devenido en una especie de “influencer de la nieve”, revelando escenas eliminadas, detalles de la construcción de su personaje, las rutinas de maquillaje y peinado, y reaccionando a los hitos que ha logrado la producción.
Caruso, fanático de toda la vida de la televisión, que empezó a actuar porque quería ser uno de los protagonistas de Casi Ángeles, cantar y bailar con ellos, y que tuvo en La sociedad de la nieve su primer trabajo en cine tras protagonizar la serie musical Melody y algunas publicidades, habló con El Observador sobre su experiencia en la película.
Juan Caruso
¿Qué conocías de la historia antes de empezar a trabajar en La sociedad de la nieve?
Conocía lo mismo que todo el mundo: la conocía por ¡Viven!, por lo que han contado Carlitos Páez, Roberto Canessa, Fernando Parrado. Pero ni cerca con la profundidad con la que la conozco ahora. No conocía los nombres de los otros sobrevivientes, los que mantuvieron un perfil más bajo, que no hablaron del tema ni eran figuras públicas. No solo conocí la historia de la persona que me tocó interpretar, sino que conocí la historia de todos. Cada uno tiene su historia, su punto de vista y una vida después de la tragedia, y estuvo buenísimo conocerlo.
A vos te tocó interpretar a uno de los sobrevivientes, Álvaro Mangino, que no había tenido ese estatus público, que no había hablado demasiado sobre el tema. ¿Cómo fue conocerlo y conocer su experiencia de primera mano?
La primera reunión fue en su casa, me llevó la directora de casting que nos acompañaba en todo momento. Lo conocí a él, a su esposa, a su familia, y esa primera charla fue medio tensa, de no saber qué vamos a hacer, qué está pasando. Y en un momento lo veo arrastrándose por el piso, y me dice “así me movía en la montaña”, porque él se había quebrado una pierna en el choque. Y ahí me di cuenta que estaba abriendo su corazón. Después nos fuimos a caminar con su mujer, Margarita, y ella me contó cómo lo vivió desde su punto de vista, y cómo lo había visto a Álvaro cuando volvió de la montaña, que también fue muy fuerte. El punto de vista de las personas que los esperaron es muy interesante. Terminé conociendo a todos los sobrevivientes, y siempre estuvieron al tanto del rodaje. Si tenía dudas, le mandaba un mensaje y él me decía lo que habría pensado en la escena que estábamos filmando. Él se sentía muy solo en la montaña, más allá de estar en la sociedad con los demás chicos. No los conocía mucho antes del accidente, era el único lisiado, pero él hacía lo que podía por todos, trataba de ayudar a los demás con el agua, la carne. Pero yo en el rodaje estaba siempre muy para adentro, porque él se sentía así.
Con Álvaro Mangino
¿Mantuvieron el vínculo después del rodaje?
Hace unos días, casi que por primera vez, Álvaro dio una entrevista. No sé como habrá sido para él y su familia todo esto, pero sé que estaban muy contentos con la película. Siempre me escriben él, sus nietos, la esposa. Él ahora está un poco mal de salud, pero me dijo que cuando esté mejor me va a invitar a una conferencia. Está contento porque por ejemplo, en ¡Viven! no se veía representado, y que ahora le pongan por fin cara y nombre a un suceso clave de su vida, para él está buenísimo.
¿Cómo soportabas retratar una historia que si bien tiene momentos luminosos, también está marcada por la oscuridad, el dolor y la tensión permanente?
El rodaje fue muy duro y las escenas también. En todo momento había que tocar fibras en la cabeza para entrar en escena y teníamos hasta recursos que nos enseñaron como la respiración holotrópica, que es una manera de sobreoxigenarse y te hace entrar en una situación como que el cuerpo se eleva, la sangre corre más rápido y empezás a sentir todo un poco más fuerte. Eso ayudaba un montón, porque ellos también estaban agitados todo el tiempo por la altura. Pero entrar y salir era complicado. Cuando tenías una escena muy fuerte te quedabas un rato largo medio pensativo, llorabas y llorabas. Tratábamos de salir de escena y ponernos en otras cosas. Jugábamos juegos, a la pelota, tratábamos de estar activos siempre para diferenciar la realidad de la ficción, porque si no te absorbía esa energía. Y así nos hicimos familia entre nosotros también. Cuando uno estaba mal, el otro lo bancaba. Se armó una sociedad también entre nosotros.
¿Qué te pasó cuando viste la película por primera vez?
La vi siete veces (risas). La vimos en el Festival de Mar del Plata, había muchos actores conocidos, familias, prensa, de todo. Y ver a la gente reaccionar me impactó muchísimo. Fue la primera vez que pudimos ver lo que iba a pasar con la película, ver a la gente llorando, abrazándose, un aplauso de diez minutos. Después nos hablaban, tenían preguntas. Y nosotros estábamos que no lo podíamos creer, después de tanto trabajo fue decir “ah, esto es lo que hicimos”.
Parte del elenco durante el rodaje
¿Cómo te llevás con todo lo que ha pasado con la película desde que se estrenó?
Todavía estoy tratando de caer. Lo que hice fue ponerme las expectativas en cero, o en menos todavía, y de repente fue una explosión en la cara. Está buenísimo todo lo que está pasando, estoy haciendo prensa que me re divierte, aprendiendo un montón, y nos estamos acompañando entre nosotros, nos llamamos, nos comentamos las entrevistas. Está buenísimo. Estábamos en la montaña, sufriendo, y ahora estamos hablando de lo que nos pasó, viendo como todo el trabajo que hicimos rindió. Y viendo también como los sobrevivientes, que capaz que en su momento, incluso cuando volvieron de la montaña, no fueron tan bien recibidos y hasta se los trató con dureza, ahora son valorados, se reconoce que la pasaron mal, que son humanos, sobrevivientes.
Caruso con el director Juan Antonio Bayona en el backstage
¿Cómo empezó esto de contar el proceso de la película en tus redes?
Antes del rodaje me dije, “voy a grabar cosas para hacer videos”. Para joder, porque no soy youtuber, ni quiero serlo. No me sale. Entonces empecé a subir cosas a redes para promocionar la peli y para decir “yo estuve acá”. Y de repente empezaron a hacerme preguntas, a interesarse, a preguntar datos, y explotó. Sumé como 100.000 seguidores (risas). El proceso del detrás de escenas es riquísimo. Si hubiera podido hubiera grabado todo, hecho entrevistas. Subo lo que pude captar, y trato de contar la historia desde mi punto de vista también.
Caruso en el rodaje