Manolo. Acuérdese de este apodo, amigo lector. Fue muy importante en la vida del protagonista de esta nota. Tanto como su hermana Miriam, Julio Pérez, el campeón del mundo de Maracaná 1950, Mario Saralegui o Fernando Morena.
Desde Valencia, en pleno duro invierno español, la voz ya castiza y no tan uruguaya de Miguel Bossio responde a Referí.
Aquel botija que nació en Edison esquina Cincinnatti, en pleno barrio Peñarol, ya estaba predestinado a triunfar con los colores del manya y justamente este sábado 10 de febrero celebra sus 64 años.
Hace casi 40 años que vive en España, más precisamente en esa ciudad tórrida en verano en pleno este de ese país y en el club Valencia es una eminencia. Porque no solo fue un enorme jugador, sino que además, ha cumplido distintas funciones a lo largo de los años.
Miguel Bossio acompañaa a Valencia a todos los partidos
“Recuerdo que jugué al baby fútbol en el club Charrúa que no sé si sigue existiendo. Estaba en Instrucciones y Edison, en otro barrio cercano al mío”, cuenta Bossio a Referí.
En esa esquina vivía nada menos que Julio Pérez, uno de los grandes campeones del mundo con Uruguay en el Mundial de Brasil de 1950, actor de paredes históricas con Alcides Ghiggia en plena final de Maracaná. Todas las mañanas tempranito, Julio sacaba no menos de 20 jaulas con pájaros de distintas especies. Eran su debilidad.
Y Julio Pérez fue justamente, con el paso de los años, su técnico en las inferiores de Racing, cuando se fue a probar Miguel. “Nos íbamos juntos caminando hasta la cancha de Racing. Me contaba anécdotas. Una que nunca más me olvidé fue la que tenía que ver con una de sus rodillas. Él tenía la rodilla jodida y para que los contrarios no le dieran en la que le jodía, se vendaba la otra” (se ríe).
Miguel Bossio defendiendo a la selección uruguaya mayor
Y añade: “Ha sido un referente. ¿Sabés lo que es tener la suerte de caminar un montón de cuadras con él contándome un montón de anécdotas casi todos los días y cómo plantear el fútbol? Era algo espectacular. Yo tenía 15 años. Luego llegué al primer equipo y me entrenó Aníbal Paz, otro de los campeones del mundo en Brasil 1950. Los miraba y se me caían los mocos”.
Raúl y Olivia eran sus padres, y eran cuatro hermanos, aunque dos ya fallecieron. “Me queda mi hermana Miriam que la adoro con locura porque me crió de chico, ya que mi madre tuvo que trabajar en casa: hacía todas las labores que correspondían y además, plantaba tomates, hacía la comida, todo el día metida allí, metida en el huerto con sus patos y sus gallinas, lo típico de antes”.
Si bien no necesitaba trabajar siendo niño, su inquietud lo llevó a hablar con su hermana. “Lo primero que hice con 10 años fue preguntarle a mi hermana si quería que cortara el pasto de la fábrica que trabajaba ella. Pero lo único que tenía era una tijera. Y hablé con el encargado, pero al final, se sonrió. Mi padre me inculcó de chico el estudio y estudié electrónica en la UTU. Hasta que llegó un día en que le dije a mi padre que no podía levantarme a las 6 menos cuarto todos los días, subirme al 411 que me llevaba a Martín C. Martínez, en donde estaba la UTU y luego ir a entrenar. Terminaba muy cansado. Mi padre me dio un año: ‘Dejá de estudiar, pero si en un año no salís adelante, te dedicás al estudio’, me dijo. Yo ya había pasado a préstamo a Sud América jugando con Pablo Forlán que había llegado al club”.
2 Peñarol de 1982; arriba aparecen Víctor Diogo, Nelson Gutiérrez, Miguel Bossio, Walter Olivera, Juan Vicente Morales y Gustavo Fernández; abajo lo hacen Venancio Ramos, Mario Saralegui, Fernando Morena, Jair y Walkir Silva
Miguel jugaba de lateral derecho y así, jugando en ese puesto, fue que años más tarde Raúl Bentancor lo citó para la selección uruguaya juvenil que ganaría en Montevideo el Sudamericano superando, entre otros, a Argentina de Diego Maradona. Pero la forma en la que llegó a jugar de lateral, fue realmente insólita.
Así lo cuenta: “Salí del Charrúa en baby y el día que me fui a probar a Racing, me preguntaron de qué jugaba. Yo en baby jugaba en el medio. Si contás de atrás para adelante, el arquero es el 1, luego los centrales son el 2 y el 3 y el que jugaba de volante central, era el 4. Entonces les dije que jugaba de 4, haciendo alusión al baby, es decir, en el medio. ‘Dale, entonces andá de lateral derecho’, me dijeron, que normalmente y hasta hoy, es el número 4 en el fútbol uruguayo y de otros países. Por eso empecé los primeros años de mi carrera como lateral”.
Una de las tantas veces quie Miguel Bossio visitó con Valencia el Estadio Camp Nou de Barcelona
Miguel era aún muy joven y suplente en Sud América y se venía el partido contra Peñarol. “El técnico era el Chema Rodríguez y en el vestuario decía que teníamos un problema que era cómo marcar y controlar a Ildo Maneiro. ‘¿Quién es la solución? El pibe este, Bossio’, se preguntó y se contestó. A mí me temblaban las piernas. Estaban Morena, Maneiro y una serie de jugadores tremendos. ¡Morena que era mi ídolo en ese momento! ¡No lo podía creer estar a su lado! Tuvimos la suerte de empatar que en aquella época era como un triunfo. Hubo una emisora radial que me premió como figura del partido y me regalaron un equipo buzo deportivo. Me lo entregó (Raúl) Barizzoni. Me daba vergüenza porque ganaba como mi padre quien era capataz de una fábrica. Con mi primer sueldo me compré una calculadora científica porque en lo que estudiaba había muchas ecuaciones. Todavía la tengo de recuerdo, porque fue parte de mi vida”.
Cuenta que era “loco hincha de Peñarol y mi ídolo era Fernando Morena. Iba con mi hermana Graciela, quien falleció, y mi cuñado, a ver la Tercera y luego el partido principal. Y al poco tiempo lo tuve que enfrentar. Era de locos. Un día ya en Peñarol, le dije que era mi ídolo, y me metió un tortazo. ‘Por tarado, y por habernos empatado aquella vez’, me dijo”. (Se ríe).
Su llegada a Peñarol
Su gran nivel en su club y en la selección juvenil campeona, llevó a que Peñarol se interesara por su ficha. Pero también Nacional se había interesado.
“Un día vino el presidente de Racing y me dijo que quería ir conmigo a un clásico entre Peñarol y Nacional. ‘Nacional te quiere contratar y a nosotros nos conviene más que Peñarol’, me dijo. El tema era que Peñarol pagaba en cuotas y Nacional al contado. Fuimos al clásico a la Platea América y nos sentamos del lado del vestuario de Nacional, y como pasaba antes, allí estaban sentados los suplentes. Empezó el partido y Peñarol iba perdiendo y yo me volvía loco. En determinado momento, empató, me paré, grité el gol, y los suplentes de Nacional, me miraron. Me agaché como un nene que había hecho una travesura. Después me enteré que yo podía elegir y le dije al presidente de Racing que no podía ir a Nacional, con todo el respeto del mundo, pero eran mis sentimientos. Wilmar (Cabrera), (Víctor) Espárrago, el Flaco Rodolfo (Rodríguez) que era en la selección un espectáculo de compañero, luego fueron amigos míos, pero primero estaba Peñarol”.
Un momento de distnesión en Los Aromos jugando al billar: Coquito Rodríguez, Miguel Bossio con el mate, Miguel Peirano y el Tano Gutiérrez
Entonces se dio el pase para los aurinegros, no sin antes, pasar por un altercado que casi lo deja con las manos vacías.
“Me llamó el presidente de Racing y me dijo que estaba casi todo arreglado para que pasara a Peñarol y yo no me lo creía. Tenía 18 años. Peñarol estaba detrás de otro lateral para inscribirlo en la Copa Libertadores y cuando estaba en la sede, apareció este jugador con su representante. Me dijeron que iban a contratarlo a él. ‘Bueno, me voy a mi casa’, dije y me fui. El tema fue que cuando se pusieron de acuerdo y fueron a la AUF, ya era tarde y me llamaron a mí”, recuerda.
Parte del grupo de Peñarol de 1982 en uno de los dormitorios de Los Aromos; aparecen Coquito Rodríguez, Mario Saralegui, Miguel Bossio, Miguel Peirano y Walkir Silva
Con esa edad llegó a Peñarol y el técnico era el brasileño Dino Sani: “Si se morían todos en el plantel, igual no me ponía”, cuenta y se ríe. Y sigue: “Llegó un momento que le dije a (Washington) Cataldi que me cediera a un equipo donde pudiera jugar. Y me dijo que podía ir a Liverpool y yo encantado de la vida. Pensé: ‘Me voy un año para ganarme el puesto y para jugar’. Cuando fui a la sede a firmar, vi al presidente de Liverpool que bajaba una escalera. ‘No te ceden’ –me dijo– ‘porque viene (Luis) Cubilla con el Maño Ruiz y tienen un proyecto para ti que no te quieren ceder’. Entonces me quedé en Peñarol y el Maño me dijo que iba a dirigir la Tercera. Fue él quien me puso de volante por primera vez. ‘Estoy convencido de que en tres o cuatro meses estás jugando en el primer equipo’, me indicó. Era la Tercera de hierro con (Nelson) Gutiérrez, (José Luis) Zalazar, (Miguel) Peirano. Ganábamos por 11-0, teníamos un equipazo”.
El equipo de Peñarol de 1982 en Los Aromos con el técnico, Hugo Bagnulo, en primer plano; Miguel Bossio aparece parado del otro lado del entrenador
Cuenta que “el Maño utilizaba el mismo sistema que Cubilla en Primera. Me pasaron a Primera y debuté. Empatábamos 0-0 y Peñarol tenía que ganar. Me acuerdo que Morena bajó a buscar un balón y le dije, ‘olvidate de correr, andá para arriba’. ¿Si tenía mucha personalidad? No, se lo decía por circunstancias del juego. Recuerdo que (Alberto) Kesman dijo en canal 12: ‘Hemos descubierto a un jugador que puede ser quien tenga la mayor agresividad sobre la pelota, una capacidad de lucha impresionante y es Bossio’”.
La dupla que formaron con Mario Saralegui en el mediocampo aurinegro, hizo historia. Se entendían de memoria y eran casi impasables. Y llegó 1982.
Miguel Bossio junto a Néstor Montelongo preparando los pollos a las brasas en Los Aromos
“Ese año fue apoteósico. Una de las enseñanzas que nos había dejado Cubilla fue decirnos en 1981: ‘Tenemos que salir campeones del Uruguayo, pero eso sí, ganando los dos clásicos, porque si perdemos uno, no me sirve para nada. No quiero saber nada de perder un clásico. Eran otras enseñanzas a las de ahora. Y cuando vino el Hugo Bagnulo, era de la idea de jugar con sus dos medios, como lo había hecho en su anterior pasaje con Nelson Acosta y Ramón Silva”, comienza diciendo Bossio de lo que fue aquel 1982 en el que Peñarol fue campeón uruguayo, de la Copa Libertadores y de la Copa Intercontinental.
Y habla de lo que significaba la dupla con Saralegui: “Con Mario me entendía en todo, era como si fuera un hermano mío. Es un hermano más de las cosas que te da el fútbol. Tenía una capacidad de resolución impresionante. A nivel físico podía jugar por bandas, centrar, y luego volver a recuperar su posición como una bala. En los entrenamientos íbamos todos detrás suyo”.
La salida de Peñarol a la cancha en el Estadio Centenario para jugar la final de la Copa Libertadores de 1982 ante Cobreloa: el Indio Olivera encabeza la fila y lo siguen Víctor Diogo, Juan Vicente Morales y Miguel Bossio
Dice que ganar la Copa Libertadores ante Cobreloa en Chile en la última jugada del partido fue algo hermoso.
“A nivel futbolístico fue espectacular. Tenía 22 años. Pero empecé a asimilar eso del logro obtenido a medida que pasaron los años. En ese momento lo veía como que era Peñarol y que tenía que estar ahí y que no podía perder. Eliminamos a todos los mejores. El partido de la final en Chile fue el menos complicado de todos, no hablo de fácil. Eliminamos a River en el Monumental ganando 4-2 con un gol de cabeza del Indio (Olivera) que no me voy a olvidar en la vida. En Maracaná, atacamos una vez y le ganamos a Flamengo, y antes, en Morumbí contra Sao Paulo, un zapatazo de Fernando (Morena} se clavó en el ángulo”, expresa.
Toda la estampoa de Miguel Bossio defendiendo a Peñarol en la final de la Copa Libertadores de 1982 contra Cobreloa
Y agrega: “El compañerismo que había era tremendo, con el Hugo (Bagnulo) preocupado de todo. Después de cenar, decía que había que salir a caminar para hacer la digestión e íbamos hasta la ruta 8 y volvíamos. Tenía toda la razón del mundo. Cerraba los puños y me decía: ‘Caballo, no te cruces con Saralegui. Uno por un lado y el otro por el otro. Si te cruzás, te saco a la mierda. ¡Era bravo!”.
Bossio explota de alegría en Santiago junto a Víctor Diogo, tras ganar la Copa Libertadores en 1982
Y el gol de Morena que les dio la copa, comenzó con una recuperación de Bossio.
“Yo se la di a Mario (Saralegui), él a Chicharra (Ramos) y Venancio vio cómo se desmarcaba Fernando entre los centrales. Y en una media pirueta definió muy bien, porque no le cayó fácil la pelota”, dice.
Miguel Bossio explota de júbilo en la vuelta olímpica de Santiago tras ganar la Copa Libertadores de 1982 con Peñarol; a su lado aparece Víctor Diogo
A Miguel le gusta recurrir a la importancia que tiene la personalidad en los aurinegros.
“Peñarol tiene un ADN, una característica, una forma que lamentablemente ahora no está saliendo. Sos Peñarol, sos el campeón del siglo. Tengo una medalla que me mandó Morena a través de mi amigo Roque, que dice ‘campeón del siglo’. Y la tengo guardada como un tesoro”.
Parte del plantel de Peñarol celebrando en el ómnibus que los trasladaba desde el estadio al hotel de Santiago de Chile, Bossio aparece en primer plano junto a Pinocho Vargas, Miguel Peirano y el Tano Gutiérez; también aparecen Coquito Rodríguez, Tato Ortiz, el presidente Washington Cataldi,Jair, Diogo, Juan Vicente Morales y Morena
Después vino el triunfo en Tokio ante Aston Villa de Inglaterra que le dio a los aurinegros la Copa Intercontinental, la última que ha ganado.
El festejo íntimo en el hotel tras ganar la Copa Libertadores de 1982 con Peñarol: aparecen el arquero Carlos Arias, Walkir Silva, Víctor Diogo, Coquito Rodríguez, el dirigente Amadís Errico, Miguel Bossio y Miguel Peirano
Bossio cuenta: “El partido lo vi hace tres años atrás por YouTube. Me percaté de cómo he asimilado todo eso. Y vuelvo a lo mismo: lo básico es la obligación que tenés como jugador de Peñarol. La alegría era ir con la consigna ‘sabremos cumplir’ y nosotros supimos cumplir”.
Miguel Bossio defendiendo a Peñarol ante Aston Villa en la final de la Copa Intercontinental de Tokio 1982
Su increíble pase a Valencia
Su transferencia a Valencia de España tuvo ribetes realmente increíbles. Tenía todo acordado con un club colombiano, pero el destino le cambió la vida.
Así lo resume: “Firmé con Junior de Barranquilla, les puse una serie de exigencias y las aceptaron: cobrar el dinero por adelantado. Lo único que podía romper el contrato era que ese dinero no estuviera a la semana en mi cuenta corriente. Pasó la semana y aún no estaba el dinero. Paré en la pizzería del gallego Manolo, en Millán y Larrañaga. Me conocía porque compraba allí seguido. ‘¿Te vas para Junior?’, me preguntó. ‘Sí, pero estoy pendiente de que me depositen el dinero para viajar’, le respondí. Y entonces me dijo: ‘¡Qué lástima! Pues mi compadre, Sergio Arakelian, te podía haber llevado a Valencia”.
Miguel Bossio jugando con Valencia; con el club Che, logró el ascenso a Primera y sigue siendo ídolo
Arakelian fue quien había llevado a Fernando (Morena) a Rayo Vallecano y luego logró su transferencia justamente a Valencia.
Manolo insistió: “‘Si querés, te pongo en contacto con él. Entonces hablé con él y en poco tiemp se hizo mi traspaso a Valencia. Si no hubiera parado en la pizzería, seguramente mi destino hubiese estado en Junior de Barranquilla”, comenta.
Lo dirigió nada menos que Alfredo Di Stéfano y luego el uruguayo Víctor Espárrago, y jugó con Rabah Madjer, el argelino que, en 1987, jugando en Porto, le anotó el 2-1 en el alargue bajo la nieve a Peñarol en la final de la Copa Intercontinental de Tokio. Otros compañeros suyos fueron el actual técnico de Sevilla, Quique Sánchez Flores, y el goleador búlgaro, Luboslav Penev.
Miguel habla de lo que fue ser dirigido por esos dos entrenadores consagrados, primero como futbolistas y luego como técnicos.
Miguel Bossio dejaba todo en la cancha; aquí, defendiendo a Velencia
“Son dos personajes totalmente distintos. Espárrago tenía todo muy bien estudiado, cada jugada, y Alfredo cuando llegué estaba él, Valencia había bajado a Segunda y Wilmar (Cabrera) que estaba en el club, se fue a Niza de Francia. Aquel año ascendimos de nuevo a Primera. Al segundo partido le dije a mis compañeros: ‘Vamos todos para mi habitación’. Alfredo (Di Stéfano) generalizaba, pero no marcaba pautas. Yo tomé la batuta: ‘En los córners, vamos a marcar mixtos, y en lugar de 4-4-2, vamos a jugar en rombo’. A la semana siguiente vino el director deportivo que era Roberto Gil y me dijo: ‘Si el mister sabe lo que ha hecho, se va a armar un lío…’ Agarré y antes de una práctica, golpeé la puerta de Di Stéfano. ‘¿Puedo pasar?’, le dije, y contestó: ‘Pasá, querido’. Le dije lo que hicimos y enseguida me retrucó: ‘¿Te crees que no me di cuenta? ¿Te crees que a mí alguien me decía cómo tenía jugar? En los córners, ¿saltás vos o yo’. ‘Yo’, le contesté. ‘¡Saltá como quieras, pero que el rival no me remate de cabeza!’, me volvió a contestar. Alfredo era una biblia abierta y te daba una responsabilidad tremenda, te la pasaba a vos”.
Campeón con la selección y el Mundial 86
Miguel llegó con 19 años a la selección uruguaya juvenil para jugar el Sudamericano de Uruguay en 1979. Raúl Bentancor se dio cuenta de su clase y dedicación. Todavía jugaba de lateral derecho.
“Le preguntaba a (Fernando) Álvez –quien venía de la de selección de 1977 y había sido campeón sudamericano–, cómo era defender a la celeste. Había mucha presión porque la selección uruguaya había ganado muchos Sudamericnaos. Le consultaba a Fernando: ‘¿Vos crees que podemos ganar este torneo?’ Y me dijo que si estábamos compenetrados, teníamos posibilidades”, explica.
La dupla de Bentancor junto a Esteban Gesto como preparador físico, era espectacular.
Y Bossio concuerda: “Era una dupla bárbara, Gesto era una máquina de estructura. Te explicaba por qué ibas a hacer cada trabajo, subidas de médanos en las playas, correr tantos kilómetros, y te explicaba todo y te entraba, le creías. Y Bentancor era otro personaje en el sentido de que tenía una estructura de forma de juego, parecido a Espárrago, inamovible, el sacrificio de la defensa, el despliegue de los volantes y los delanteros que estuvieran pendientes de todo. Así ganamos el Sudamericano ante toda la gente en Montevideo”.
La selección uruguaya juvenil que en 1979 fue campeona sudamericana; Miguel Bossio es el primero de los parados desde la izquierda, al lado del técnico Raúl Bentancor
Luego llegó el Mundial de Japón en el que Uruguay logró el tercer puesto ante Polonia.
“Nos eliminó Argentina en la semifinal, luego de que le habíamos ganado en el Sudamericano en Montevideo. Tenía a Diego Maradona que era el mejor jugador del mundo; ni Messi ni nadie. Jugué muchas veces contra él. ¡Lo que ha aguantado! La responsabilidad que tenía era increíble y también cómo asimilaba cada partido. Era algo magistral. Un día me lo encontré con Jorge Mendes, (el representante de Cristiano Ronaldo) en Portugal. Le comenté: ‘No te vas a acordar de mí. Jugué en contra tuyo con Uruguay y algunos clubes’. Y me dijo: ‘¡¿Cómo no me voy a acordar si me dejabas los tobillos como bolas?!’. ‘La culpa es tuya. ¿Cómo querés que te parara?’, le contesté. Y nos reíamos los dos”.
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El partido decidiso por las Eliminatorias para México 1986, Uruguay, ante Chile. Rodolfo Rodrígeuz, Nelson Gutiérrez, Miguel Bossio, Néstor Montelongo, Darío Pereyra, Sergio Santín; Venancio Ramos, Mario Saralegui, Amaro Carlos Nadal, Enzo Francescoli y José Batista
Su debut en la selección uruguaya mayor se dio nada menos que en la primera final de la Copa América de 1983 ante Brasil en el Centenario. Aquella noche, primero Enzo Francescoli de tiro libre, y luego, Víctor Diogo con un golazo inolvidable, le dieron la victoria a los celestes por 2-0.
Bossio ingresó faltando 6 minutos con todo el estadio lleno, en lugar del Pato Aguilera. Luego, volvería a jugar en Bahía, cuando tras el 1-1, Uruguay se consagró campeón. Como una especie de cábala del técnico Omar Borrás, Miguel ingresó nuevamente por el Pato –quien había anotado el gol del empate–, cuando faltaban 8 minutos de aquella noche inolvidable.
“Pese a mi trayectoria, con la selección mayor empecé a jugar tarde. Borrás entendía que había jugadores mejores que yo. Era lo mismo que Peñarol, era una obligación, corresponder a gente que había confiado en ti y así lo sentí en Brasil cuando fuimos campeones. Un día hablando con el Tito Goncalves hijo, me contó que cuando ganó la Copa Libertadores de 1987, el Tito grande, su padre, lo recibió y le dijo secamente: ‘Cumpliste con tu deber’, como diciendo cumpliste, nada más”, añade.
En el Mundial de México de 1986, Bossio fue expulsado a los 19 minutos del primer tiempo del doloroso partido ante Dinamarca, cuando la celeste perdió 6-1.
La selección uruguaya que jugó´el Mundial de México en 1986: arriba, Fernando Álvez, Darío Pereyra, Nelson Gutiérrez, Miguel Bossio, Eduardo Acevedo y Sergio Santín; abajo, Venancio Ramos, Jorge Barrios, Wilmar Cabrera, Enzo Francescoli y Eliseo Rivero
No duda en calificarlo como “el mayor error de mi vida, futbolísticamente hablando, porque dejé a mis compañeros tirados, ya que tenía una amarilla y supuestamente tenía la mente en ‘no debo cometer más errores’. Soy el mayor cómplice de esa derrota. Yo debilité al equipo y no es que quiera ir de bueno, pero dejé tirados a mis compañeros”.
Volvió en la segunda fase contra Argentina. Así lo resume: “Fue un partido rarísimo. Empezamos con un calor fortísimo, luego comenzó a llover y hubo una jugada circunstancial de mi compañero y hermano, porque compartíamos habitación, Eduardo Acevedo, un mal despeje y lo agarró (Pedro) Pasculli para anotar el único gol. Con el tiempo, lo hablé con (Jorge) Valdano: ‘Ustedes tenían un equipo compacto, estaban unidos’, le dije. ‘¡Qué va! A partir de ganarles a ustedes, nos convencimos de la final. A ustedes le teníamos respeto, no miedo’, me contestó”.
Miguel Bossio coemntando un partido para la radio de Valencia en el Estadio Mestalla, en el que juegan como locales
Decir Bossio en Valencia, es decir ídolo. Trabajó durante 17 años en la secretaría técnica y desde hace cinco años es embajador del club. “Concurro a todos los actos protocolares”, cuenta, pero agrega algo más: “También participo en la radio de Valencia y comento los partidos. ¿Si soy objetivo en mis comentarios con el rendimiento de los jugadores y del técnico? Pues claro”.
Cuenta que recibió a Edinson Cavani cuando llegó a Valencia: “Sufrí mucho por Cavani, porque tuvimos momentos complicados. Quiso hacer tanto por el equipo que al final las cosas no le salían”.
Miguel Bossio recibió a Edinson Cavani cuando se hizo el pase a Valencia y le explicó cómo era el club
Tal como era hace 38 años cuando se fue de Uruguay, sigue teniendo un perfil bajó enorme. Y a veces, llega a la exageración.
Aquí hay un ejemplo: “Mi hijo Miguel Ángel, con cinco años un día salió del colegio y me preguntó si había jugado en Valencia, porque nunca le había contado. ‘Sí’, le contesté. E insistió: ‘¿Pero en el primer equipo?’. ‘Sí’, insistí. ‘¿Y cómo te has enterado?’. Y me explicó: ‘Porque vino una niña y trajo un poster y estás tú. Con razón cuando chutábamos (pateábamos) a puerta (al arco) siempre me ganabas’”, cuenta Miguel y se ríe.
Miguel Bossio de paseo por Polonia muy cerca de la Navidad
Bossio dice que una de sus ilusiones “es ir por Los Aromos cuando vuelva a Uruguay”.
Tiene tres hijos: Paola, Verónica y Miguel Ángel, y dos nietos: Olivia (el mismo nombre de su mamá) y Leo.
Miguel Bossio dejó un legado en el fútbol uruguayo y también en España. Destilaba confianza para sus compañeros y nunca aflojaba. Un todoterreno de los de antes.