En 1989 la artista Barbara Kruger respondió a la clase política de los Estados Unidos con Untitled (Your body is a battleground) y puso la mirada en un tema que sigue estando tan vigente como entonces: el cuerpo de la mujer como terreno en el que se libran guerras. Un campo de batalla.

El cuerpo femenino ha estado en el centro de tantas batallas materiales y simbólicas libradas por las violencias que lo atraviesan. Kruger dejaba entonces a la vista lo que se estaba evitando: el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. Un territorio cubierto de piel en el que también las opiniones, los señalamientos y los discursos de odio explotan en diferentes zonas: las arrugas de su superficie, la flacidez de la panza, el tamaño exagerado de la nariz o el exiguo de los pechos.

La socióloga venezolana Esther Pineda instaló el término violencia estética, para referirse a esos mecanismos de coerción por los que los cuerpos –especialemnte los de las mujeres, pero no exclusivamente– deben entrar dentro de los límites inalcanzables de los parámetros estéticos. Y las consecuencias que ese modelo puede tener.

“Es un término bastante reciente en la historia de la sociología y en la historia de los estudios sobre este tema, pero el origen de este tipo de violencia es propio del propio sistema en el que estamos inmersos. La belleza hegemónica, si bien se puede definir como esta belleza delgada, blanca, europea, joven, femenina o heteronormativa también es una belleza a propósito inalcanzable”, explica la socióloga Ana Gudynas en diálogo con El Observador.

Desde pequeñas la belleza tiene una amplia propaganda en una sociedad en la que es vendida como un valor que puede llevarnos al éxito. En la que vimos y leímos cómo se señalaba lo que sobra, lo que falta o lo que está mal, en los cuerpos de las celebridades en páginas de revistas y programas del espectáculo. En la que, todavía hoy, las imágenes de las portadas de revistas son modificadas al punto en el que la persona se vuelve irreconocible, como Karol G en GQ, Lady Gaga en Glamour o Zendaya en Modeliste. Y todas decidieron exponerlo.

Sin embargo, esta resistencia de actrices y cantantes a la manipulación de su imagen en medios tradicionales sucede al mismo tiempo que los filtros en Instagram o TikTok se perfeccionan para cambiar el arco de la nariz, el tono de la piel o el tamaño de la cintura de cualquiera con un celular al alcance de la mano.

Quedó impregnado en alguna parte que el primer objetivo es el estético y después llegará lo demás. El primer mandamiento: deberás ser bella por sobre todas las cosas. Pero de repente el precepto es cuestionado. Y, en ocasiones, estos cuestionamientos también llegan a la televisión uruguaya.

Lucía Rodríguez y una conversación pendiente

Charlemos de esto. Esas fueron las palabras que Lucía Rodríguez –humorista, carnavalera y conductora de televisión- eligió para empezar una conversación con sus seguidores en Instagram.

Días atrás Rodríguez se había estrenado como conductora de Veo como cantas, el programa de entretenimiento de Teledoce y una de las más grandes apuestas del canal en la primera mitad del año, usando un vestido blanco que se entallaba con una falda plateada a la cintura. Y subió una foto.

No se quien fue el o la diseñadora, pero se tendría que haber dado cuenta que esa faja sólo acentuaba el vientre / Para colmo de males, todavía tenes que presentar a Pampita / Te juro que no es de mala persona pero pensé que estabas embarazada / ¿Te parece usar ese vestido una mujer grande? / Opino porque puedo y quiero.

Los comentarios se acumularon en las publicaciones. En lugar de pensar en una televisión diversa y plural, igual que la vida misma, reclamando y gritando desde las redes sociales por una pantalla cada vez más homogénea y excluyente, con conductores que no salgan del ideal construido e impuesto.

Ahora, cualquiera con acceso a internet piensa que puede hacer algo similar a lo que hacían los tabloides de los 90. Mirar una foto o un video y escupir lo que piensa en ese foro en el que se han convertido las secciones de comentarios como si se tratara de un espacio despersonalizado, como si quien está del otro lado no fuera una persona real. “Porque puedo y porque quiero”, argumenta alguien en el perfil de Rodríguez.

Algunos días después decidió hacer un video y publicarlo en la misma cuenta en la que se acumularon las miradas sobre su aspecto. “Es momento de que podamos empezar a hablar de esto porque yo tengo la esperanza de que en algún momento alguien cuando va a escribir un comentario que no está bueno, que puede agredir al otro, que lo puede hacer sentir mal, lo piense y se lo guarde“, dice en el video que ahora acumula más de 13 mil corazoncitos.

“Me han dicho ‘vos te exponés toda tu vida y por eso tenemos derecho a opinar’. No. Primero que yo no expongo toda mi vida, obviamente nadie lo hace en las redes sociales: uno expone lo que quiere, lo que le parece y estamos todos en nuestro derecho. Pero que yo esté expuesta por mi trabajo, no te da derecho a vos a hacerme un comentario agresivo o fuera de lugar. Que mi trabajo sea exposición, no te da derecho a decirme que parezco una heladera, no te da derecho a decirme que parezco una carpa disfrazada o que parezco un batón a medio de desenrollar. Está mal hacer ese tipo de comentarios porque no suman, porque no son constructivos”, expresa con claridad.

“Yo ya soy grande, ya crecí, pero alrededor de las personas que ponen esos comentarios tienen un montón de adolescentes, jóvenes. A mí me preocupan esos comentarios”, dice Rodríguez.

Y lo que señala se vincula con los datos sobre las adolescentes uruguayas y la afectación de las redes sociales sobre su autoestima. Según un estudio publicado en 2023, el 62% de niñas y adolescentes uruguayas tomó “alguna acción” sobre su aspecto luego de ver contenido de “belleza idealizada” en redes sociales.

La encuesta, parte de la investigación Desintoxicá tus redes llevado a cabo por Dove Uruguay, también arrojó que el 61% de las niñas entre diez y 13 años y 78% de las adolescentes entre 14 y 17 años “cambiaría su aspecto si pudiera”.

En su descargo, Rodríguez apunta también a la brecha de género: “No veo que pase lo mismo con los compañeros varones, que también tienen un trabajo de exposición pública. No quiero que [les] pase, quiero que nos pongamos a pensar de si no estaremos siendo más duros con las mujeres que estamos expuestas. Porque hay que saltear todavía, aún hoy, un montón de barreras hasta que te digan si les gusta tu trabajo o no. Importa más cómo nos vemos que cómo lo hacemos, y eso nunca debería pasar“.

El mensaje de Rodríguez se amplificó y tuvo ramificaciones en las voces de otras mujeres que trabajan en televisión. Otras que también fueron atacadas por su imagen en las redes sociales o valoradas en primer término por su apariencia antes que por sus capacidades. Y abrió la puerta a una conversación pública que estaba pendiente.

“Es más fácil dejar pasar los comentarios o las críticas, sobre todo si sos una mujer. Porque las mujeres no deben enojarse, deben ser correctas, dulces y agradables. Pero cuando una ya vivió bastantes cosas y está ya en otro plano de comprensión de la realidad, hay cosas que sí vale la pena expresar. Hablo por mi y por muchas colegas cuando digo que ya basta de hablar de nuestros cuerpos, nuestras caras, nuestras formas“, expresó la comunicadora y actriz Annasofía Facello.

La integrante de Veo como cantas también se refirió a la valoración de las capacidades de las mujeres y la coherencia con el discurso predominante. “Es mucho más importante lucir bien que ser buena persona, que hacer bien tu trabajo, que ser una laburadora. Las características que llaman la atención nunca van de la mano de las capacidades, de la inteligencia, el carisma o la conquista de roles históricamente ocupados por varones. No se trata de ismos, veo muchos discursos inclusivos, muchas palabras que se repiten en loop y muy poca humanidad en la práctica. Y lo que más me llama la atención es la verdadera poca sororidad que se sigue teniendo. El doble discurso es moneda corriente”. 

También la actriz y comunicadora Manuela Da Silveira dedicó un espacio en sus redes para hablar al respecto. “Me ha pasado en varias etapas de mi carrera, en otros proyectos televisivos, de recibir comentarios que me afectaron y que debilitaban mi enunciado. Obviamente cuando recibimos este tipo de comentarios al otro día vamos a disponernos a llevar adelante un programa y eso está presente, afecta e incide. Me parece muy importante desde este lugar y desde esta etapa de mi vida, acompañar y cuidar de quienes están liderando algunos espacios fundamentales en medios”, expresó en una conversación en vivo con sus seguidores. 

Da Silveira entró entonces en un aspecto clave de la discusión: los efectos que puede tener este tipo de violencia en la vida pública de las personas.

Muchas veces hay mujeres que cedemos los espacios por cansancio, por dolor o por hipersensibilidad y también hay mujeres que lo siguen haciendo con todo ese peso. Estaría buenísimo que empezáramos a revisar desde el lugar de televidentes, espectadores, ciudadanía y personas qué nos pasa. (…) Tal vez es una inercia de algo establecido, de un modelo que ya envejeció, de lo que creemos que es atractivo, de lo que creemos que es belleza, de lo que creemos que es lo que tiene que tener una persona para presentar un programa”.

En una extensa reflexión, Da Silveira abordó la charla desde su experiencia y expresó que “no puede haber interferencias a la hora de salir a compartir el talento” de sus compañeras. “Hay momentos en los que recibimos estos mensajes con mayor capeta, con mayor soltura, pero hay momentos en los que a veces ese tipo de mensajes, sobre todo con este mercurio retrógrado eterno, es un retoque que termina de hundirte en un día difícil”, sostuvo.

 

También la periodista y conductora de Polémica en el bar, Patricia Madrid, compartió el video de Rodríguez y compartió su experiencia: “Todas – TODAS– las mujeres que trabajamos en la televisión recibimos comentarios HORRIBLES sobre nuestro cuerpo y cómo nos vestimos. Lucía Rodríguez me representa”.

 

Según el Monitor de Violencia Digital de Género que creó el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo junto a Inmujeres y la Embajada Británica, el 11.4% de los mensajes que recibieron las mujeres con voz pública a través de Twitter/X entre marzo de 2022 y el mismo año de 2023 fueron violentos. Y el ratio se duplica en mujeres políticas. “La violencia digital de género afecta la participación de las mujeres en la vida pública y política del país”, considera la organización en la publicación de los resultados.

Las tres categorías en las que se recibieron más mensajes violentos están relacionadas a su contenido y son las siguientes: Menosprecio de capacidades (46%), Desautorización del discurso (32.7%) y Alusiones al cuerpo y/o la sexualidad (7,8%) con 3.575 mensajes.

Ridícula. Impresentable. Andá a laburar. Callate. Loca. Burra. Das vergüenza. Pelotuda. Ordinaria. Ignorante. Patética. Inútil. Nefasta. Esas fueron algunas de las palabras más repetidas. Pero, si tomamos en consideración solo la última categoría, el 25% de los mensajes incluían la palabra gorda. Seguida de: Das asco. Vieja mugrienta. Desagradable. Conchuda. Fea. Inmunda. Repugnante. Puta. 

Las alusiones al cuerpo y/o la sexualidad de las personas públicas que fueron tomadas a consideración en el estudio asciende a 9,26% en el caso de las periodistas y 10,74% en el caso de las artistas. 

Violencia estética y espacio digital 

Gudynas señala que si bien la violencia estética también existe hacia los hombres, es un fenómeno “particularmente invasivo y violento para las mujeres”.

“Esto en parte se explica por los distintos mecanismos de poder que la sociedad le ha otorgado a las personas”, señala la socióloga y cita a la teórica feminista Naomi Wolf cuando considera que mientras a los hombres se les permitió históricamente destacarse en diferentes terrenos –desde el intelectual al físico– “el único poder que se le permitió a la mujer tener es el de la belleza”. 

Por lo tanto –explica la socióloga– las mujeres aprendemos que tenemos que lucir de cierta forma primero, para que después se nos pueda valorar en nuestro trabajo, como profesionales, como madres, como amigas o como una persona que puede ser deseada por una pareja. “A su vez es un poder que es totalmente inmaterial y cambiable, por lo que alcanzar esa belleza es realmente imposible”, expresa.

Gudynas también hace énfasis en la necesidad de que haya mayor diversidad en los medios televisivos. “No estamos acostumbrados a ver cuerpos que se alejen mínimamente de esta norma o de esta hegemonía. Y esto también es parte del sistema: aprendemos qué es de bello y qué no y es a través, por ejemplo, de las personas que vemos conduciendo un programa”. 

La psicóloga Carla Lorenzo también señala la idea de la “belleza ideal”. “Es una creencia que impacta mucho en nosotras aunque vamos entendiendo que la belleza hegemónica está impuesta. Pero si no perteneces a ese cánon es como que tenemos el derecho, de alguna, forma a juzgar”.

La psicóloga también toca un aspecto que tiene que ver con la intención del mensaje. “No solamente tiene que ver con aquel que está desde la violencia habla de tu apariencia sino que lo vemos en nuestro propio entorno y ahí es donde tenemos que empezar a hilvanar más fino: en la amiga que te dice que que tenés que adelgazar o en la madre que te dice que estás muy arrugada y tenés que hacerte una intervención estética. Está tan introyectado que la belleza es de una sola forma y que solamente nos hace visibles tener una estética hegemónica que aunque queramos a esa otra persona siempre tendemos a llevarla a ese lugar. A veces lo hacemos con violencia y a veces parece que es un comentario cariñoso, con la mejor intensión, y no lo es”.

¿Qué pasa cuando cruzamos lo anterior con las redes sociales? Según la socióloga, hay un corrimiento de a violencia al espacio digital. Hay comportamientos que ya no son tolerados en las calles, que encuentran su lugar en las redes sociales.

“Me parece increíble tener que justificar que porque yo soy una persona pública o porque yo me exponga eso no te está invitando a que vos me puedas violentar”, se detiene la socióloga y hace un paralelismo con una máxima repetida en casos de abusos: la forma en que me visto o me muestro no habilita a ningún comportamiento violento. “Si yo me visto de determinada forma no te estoy invitando a nada. El que yo suba una foto mía tampoco te esta invitando a nada, nada nunca justifica la violencia”.

Lorenzo también se refiere a este cruzamiento con el ámbito digital: “Ahora la exposición es mayor y la violencia parece más marcada. Detrás de una cuenta yo largo todo lo que se me ocurra sin tomar conciencia de lo que está pasando del otro lado”.

Sobre esa despersonalización del espacio digital también se expresa Gudynas y señala que en las redes sociales se establece una “lejanía” con el otro. “El principal factor es que si yo estoy violentando a alguien, es un otro que no es el otro persona sino que es el otro digital. Y ahí hay una separación: es un fenómeno que nos permite ver al otro más lejos y no como un otro humano”.

Ambas especialistas están de acuerdo en un punto: es fundamental hablar al respeto. “Si no lo hablamos seguimos alimentando a la interna que esto tiene que naturalizarse. Hablemos de que esto es violencia y a todas nos pasó en algún grado. Las comunicadoras más expuestas, o que hoy están mucho en los medios, y las mujeres todas. El resonar de esto que trae Lucía que es una figura pública nos atraviesa a todas”, dice Lorenzo.

Y ahí está, también para la socióloga, la clave para empezar a desarmar estos mecanismos: no callar. “Un fenómeno que empieza a pasar con estos temas cuando se empieza a hablar de ellos es que los desnaturalizamos. Eso solo pasa si lo empezamos hablar entre nosotras.  A todas nos criticaron porque se nos veía la panza y se olvidaron de prestar atención a lo que estábamos diciendo –o lo que estábamos haciendo–, que era mucho más importante”.

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