Volvió a ganar Nacional. Esta vez sin necesidad de ir a los penales. Con fútbol, con actitud y con dientes apretados como principales rasgos de la identidad colectiva que presentó el equipo del Chino Recoba y con algunas actuaciones individuales sobresalientes, el bolso le ganó con autoridad 2-0 a Peñarol por la Serie Río de la Plata quedándose con la Copa Ildo Maneiro.
Nacional ilusiona. El verano bronceó la piel del hincha que venía curtida por un 2023 plagado de sinsabores.
El equipo se armó en tiempo y forma para jugar la pretemporada. Sobre esa base agregará a tres jugadores extranjeros: Alexis Castro, Gastón González y Christian Ebere. Elementos que aportarán profundidad en recursos para afromtar la doble competencia del primer semestre de 2024: Torneo Apertura y Copa Libertadores.
Recoba tuvo la inteligencia de armar un equipo en torno a la figura exuberante de Mauricio Pereyra.
LEONARDO CARREÑO
El Chino Recoba, fútbol con identidad
Y el DT logró mantener la gran fortaleza que encontró en su cierre de temporada 2023: Gonzalo Carneiro.
En la vereda de enfrente, el verano se transformó para Peñarol en un agobio que es muy difícil de sobrellevar.
Antes de comenzar el clásico, Diego Aguirre le pasó una factura a la dirigencia de Ignacio Ruglio diciendo que su equipo viene “rezagado” en materia de incorporaciones, a pesar de ya haber concretado diez altas.
Puede ser. A este equipo de Peñarol le faltan dos zagueros de jerarquía (Léo Coelho y sobre todo, Maximiliano Olivera ya dieron sobradas muestras de que no lo son) y otro delantero centro, amén de que no tiene un golero de esos que se agrande ante escenarios complejos.
Pero también el entrenador le erró feo en el clásico (como ya le había errado en las dos finales con Liverpool). Armó el equipo sin Nahuel Acosta y volvió a apostar por un inexpresivo Javier Cabrera. Y en el entretiempo sacó al jugador que fue el eje de sus únicas acciones asociadas del los primeros 45′: Franco “Cepillo” González.
¿Por qué ganó Nacional?
Porque salió a jugar y en los primeros 6 minutos de juego se plantó en campo rival y trató a la pelota con mucho respeto, mientras Peñarol la rifaba con pelotazos sin destino de Olivera.
Porque cuando Peñarol dominó el juego, entre los 6′ y los 10′, con las subidas de Byron Castillo y las combinaciones de Camilo Mayada y el Cepillo que jugó por detrás de la referencia neta de ataque (Maxi Silvera) pero tirándose siempre a la derecha, Nacional supo robustecer esa zona plantando a Gabriel Báez y con Diego Polenta bien atento a sus espaldas.
Porque Mauricio Pereyra es flor de jugador. Primero probó con un peligroso remate de afuera del área y luego se inventó una jugada de crack para eludir a Coelho y asistir a Ruben Bentancourt, que definió notablemente, con aplomo y tras un buen control, para decretar el 1-0.
Sí. El Mauri. Ese al que llamó Ruglio para llevar a Peñarol encontrándose con un jugador con valores y sentimiento de pertenencia, eso que el dinero no puede comprar.
Con el gol, Peñarol se dio cuenta que jugaba con una mochila en la espalda. Y con el correr de los minutos se fue dando cuenta del peso que esa mochila tenía: el 0 de 18 en la Sudamericana, la ventaja de la Tabla Anual dilapidada, la final perdida con Liverpool, la barrida de jugadores de fin de año, la partida de Matías Arezo, la derrota por penales contra Nacional del pasado miércoles… Mucho peso,
LEONARDO CARREÑO
Ruben Bentancourt, gran clásico
Y fue con ese peso a cuestas que Maxi Olivera fue a despejar de cabeza un balón largo de Franco Romero, porque Nacional, después del gol, se dio cuenta que replegándose unos metros en el campo podía lanzar en carrera a Carneiro, que es insoportable para los defensas de Peñarol.
Olivera cabeceó como un novato y para Carneiro fue pan comido. Eludió a De Amores y definió con pierna inhábil y tirándose desde afuera del área. Fue gol.
Otra vez Carneiro. La pesadilla de un Coelho por el que Peñarol lo apostó todo en 2023 para sacárselo de las manos a Nacional y que ahora sufre un tormento cada vez que el potente delantero lo encara lanzado en velocidad.
Ese al que Peñarol no contrató porque el vicepresidente Eduardo Zaidensztat, con sus argumentos, despotricó contra su representante Pablo Bentancur.
Lo de Olivera es preocupante. Se equivocó en el gol ante Newell’s Old Boys, falló en el gol del primer clásico contra Franco Romero, viene de un 2023 donde fue pasmosamente pasivo en el gol del 0-1 ante Liverpool y cometió horrores como el que posibilitó uno de los goles ante Montevideo City Torque. Su titularidad no resiste un segundo en este equipo. Pero Peñarol aún no contrató a un solo zaguero, cuando era una necesidad primaria.
Además del 2-0 de ventaja, Nacional debió tener a favor un penal clarísimo de Maxi Olivera sobre Lucas Sanabria que ni Javier Feres en cancha ni Andrés Cunha en el VAR sancionaron.
LEONARDO CARREÑO
Javier Feres, no cobró un claro penal
Con el 2-0 abajo, Aguirre sacó inexplicablemente al Cepillo González para meter a un Eduardo Darias que es entusiasta en el esfuerzo pero, de momento, ineficaz a la hora de resolver.
Durmió el cambio de Nahuel Acosta y cuando lo puso Nacional, ya tenía montada toda su estructura defensiva apretada contra su área.
Recién cuando mandó a la cancha a Gastón Ramírez y Leo Fernández juntos, Peñarol cambió.
Leonardo Carreño
Gastón Ramírez le cambió la cara a Peñarol
Lo de Ramírez rompió los ojos. Por el pase claro, el tranco elegante inoxidable para sacarse rivales de encima y la pegada de fierro con la que hizo que Luis Mejía se convirtiera en figura en el cierre.
Por primera vez en mucho tiempo, Peñarol tuvo un pase cerebral y con sentido en el medio de la cancha.
A Fernández, en cambio, le costó encontrar su posición primero, y luego su rol en el equipo. Arrancó retrasado y luego, en lo que pareció ser más un impulso propio que una orden táctica, se aproximó al área y metió un par de centros venenosos.
Leonardo Carreño
Leo Fernández, fue de menos a más
Peñarol hizo méritos sobre el final como para descontar.
Pero se encontró con un Mejía enorme. Otra diferencia entre estos clásicos. Nacional tiene un golero que responde cuando el rival lo asedia y si bien De Amores no tuvo errores ni culpas en los goles, tampoco le supo achicar el arco o el temple a sus rivales.
Ruglio también apuntó para contratar a Mejía, pero nuevamente se encontró con que el sentimiento de pertenencia lo alejó del objetivo, aún cuando el panameño tuvo que limar asperezas del pasado con dirigentes para volver a ser del bolso.
Manotas salvó un remate de Ramírez, un cabezazo de Lucas Hernández -que fuera de su peso es más jugador que Diego Sosa- y otro a Coelho.
Por eso, el festejo fue completo para Nacional.
Ganó con el fútbol que identifica al paladar de su hincha y el que le corre por las venas a su entrenador.
Cuando tuvo que apretar los dientes, como se juegan los clásicos, el abanderado no fue Polenta ni Lozano. Fue el mismísimo Pereyra.
Leonardo Carreño
Mauricio Pereyra, el mejor de la cancha
Y cuando alguien tuvo que sacar el paraguas en la tormenta para cubrir al resto, fue Mejía. Fútbol, actitud, calidad y entrega por la causa. Todo lo que quiso Peñarol y no se pudo llevar. Todo lo que tiene el Nacional del Chino.