“El cambio climático tiene repercusiones evidentes y tiene implicancias en la economía, pese a no verlo tan nítidamente como la guerra” en Europa. Con estas palabras, la economista Bárbara Mainzer comenzó su discurso sobre las finanzas sustentables, frente a miembros de la Academia Nacional de Economía y CFA Society Uruguay, organización de la que fue presidenta y que nuclea a expertos en economía.
Para Mainzer, muchas de las consecuencias del calentamiento global, como las inundaciones devastadoras, las sequías o el aumento sin límite de temperaturas, han provocado o agravado varios conflictos sociales y han impactado de lleno en la economía.
De hecho, según varios analistas, la dura sequía que vivió Siria desde 2006 a 2011 fue uno de los disparadores de la guerra civil, que enfrenta ese país desde entonces y que aún no termina.
“Miles de kilómetros de la costa uruguaya están en riesgo—señaló la economista en cuanto a nuestro país— y esto nos hace pensar”.
El cambio climático, la paz social y la economía están íntimamente relacionados. “Uruguay tiene un capital enorme en cuanto a su estabilidad; fue uno de los pocos lugares del continente donde no se registraron grandes revueltas en los últimos tiempos, pero esto no alcanza”, indicó Mainzer.
La economista —que se ha dedicado a divulgar temas de la materia a través de los medios de comunicación— explicó que “el capitalismo ha logrado que miles de millones de personas hayan salido de la pobreza, que haya crecido la riqueza y aumentado el PBI per cápita”. Sin embargo, “hay dos cosas que el mercado por sí solo no logra: mejor distribución de la riqueza y combatir el cambio climático”, contrastó.
“Si hay incentivos para invertir en una industria que erosiona el planeta, perfectamente se puede explotar”, puntualizó Mainzer, quien explicó que, para revertir esta situación, es necesario una sinergia entre el sector público y el privado. En esta línea, la economista aseveró que es esencial que el sector público trace un marco con diferentes políticas e incentivos para las empresas, cuyos consumidores están cada vez más ávidos por productos y servicios que contribuyan al cuidado del ambiente.
IDM
Limpieza de derrame de petroleo, balneario Buenos Aires, Maldonado
En el mundo cada vez más se está dando que una empresa “castigue” a su proveedor si tiene en condiciones indignas a su plantilla de trabajo, por ejemplo, dejando de comprarle a esa compañía. En cuanto a la afectación del planeta provocado por industrias que necesariamente contaminan a la hora de producir, la clave está en apostar por las organizaciones que contaminan menos.
El enfoque ESG es incorporar a la toma de decisiones de inversión de riesgo y oportunidades derivadas de aspectos ambientales, sociales y de gobernanza
Tres claves
Para contribuir a la sustentabilidad desde las finanzas hay tres claves a las que se debe apelar cada vez con más peso, según Mainzer. Primero, incorporar los factores vinculados al enfoque ESG a la toma de decisiones de inversión, es decir, considerar estas cuestiones cuando se lleva a cabo un modelo de evaluación.
Otro de los puntos neurálgicos radica en la integración de las empresas que comparten un mismo norte sobre la contribución hacia lo ambiental y lo social. Por ejemplo, elegir un proveedor con estos valores antes de uno que no los comparte o está menos comprometido.
Y, por último, mirar también “lo cualitativo” a la hora de tomar decisiones. “El mundo ESG tiene mucho de historias”, añadió.
“Hay que poner una historia atrás de los números”, reflexionó Mainzer.
Pero la aplicación de criterios ESG también tiene sus detractores y sus limitaciones. “También es cierto que, en la actualidad, faltan datos, es un asunto complejo y muchos factores vinculados a la mirada ESG son difíciles de cuantificar”, reconoció la experta.
¿Por qué es tan difícil aplicar los factores ESG? En primer lugar, porque es un fenómeno multidisciplinario: para analizar esto se necesita una amplia gama de técnicos, desde economistas, a profesionales que entiendan del clima, de ambiente, e incluso de arquitectura.
A este factor se le suma que aún no hay criterios unificados sobre los indicadores ESG. “Las calificadoras miran diferentes aspectos, con diferentes lentes y con sus propios instrumentos” y esto complejiza el escenario.
Por último, “debemos entender que estamos en la frontera del conocimiento; aprendemos a medida que descubrimos, y esta es una forma de aprender muy incómoda para los seres humanos”, puntualizó la economista. “Esto, a su vez, trae consigo muchas oportunidades”, contrastó.
Camilo dos Santos
La gestión de plásticos de un solo uso es uno de los “mayores desafíos” que Uruguay tiene por delante
Uruguay: desafíos y fortalezas
Según Mainzer, Uruguay es de los países líderes en lo referente a factores ambientales y esto se debe, en buena parte, a la reconversión que hizo de su matriz energética. La experta destacó el alcance que el 94% de la sociedad tiene en cuanto a la seguridad social y la firme estabilidad institucional que convirtió al país en la única democracia plena de América del Sur.
En el plano ambiental, los desafíos de Uruguay radican en garantizar la calidad y el acceso al agua potable y en factores que son complejos de cuantificar en la actualidad, como el consumo de plásticos. En esta línea, Mainzer destacó el proyecto Arazatí, una inversión de US$ 288 millones, según el ministro de Ambiente, Adrián Peña —aunque probablemente el desembolso ronde los US$ 200 millones—, y cuyo objetivo es dar mayor autonomía al sistema de agua metropolitano. Además, la economista señaló la inversión en saneamiento por parte del Ministerio de Ambiente, que necesita una inversión inicial de US$ 250 millones y US$ 900 millones en total.
Para la economista las luces rojas de Uruguay radican en la reducción del plástico de un solo uso, la gestión de residuos —“que estamos bastante mal”— y la fabricación de biocombustible.
Por último, Mainzer destacó el rol de las AFAP (administradora de fondos de ahorro previsional) como agentes que han apalancado las inversiones sostenibles. “Desde que se crearon en 1996, las AFAP han invertido US$ 5.500 millones en el sector productivo: el 65% fueron proyectos en el interior de Uruguay y el 95% en proyectos sostenibles”, aseveró.
Según la experta, la huella de las AFAP se ve en las más de 100 mil hectáreas forestadas con sus fondos. Además, más de US$ 60 millones fueron vertidos en parques eólicos, financiaron centros educativos y penitenciarios. “Si de transformación energética hablamos, ahí están las AFAP”, concluyó Mainzer.