Inés Guimaraens


El local abandonado está en avenida Italia e Hipólito Yrigoyen

En diciembre de 2019 bajó las cortinas y le dijo a los dueños que si lo ponían en alquiler para las siguientes elecciones “a un precio razonable” él se lo podía quedar. Pero no tuvo ocasión: al local en desuso le rompieron los vidrios, se llevaron el portón, pasó a ser techo para quien buscaba dónde parar y un achique para los que juntan monedas en el semáforo. 

–No es que me lo robaron, me lo saqueron –acusa el propietario Gerardo Parafita. –En todas las denuncias que hice no he tenido respuesta. Denuncian a la Policía, los agarran, no están ni doce horas y ya los ves de vuelta. Ya estoy podrido, lo quiero vender. 

Pero tanto el precandidato Iafigliola como la alcaldesa del Municipio E, Mercedes Ruiz, apuntan a que la falta de intervenciones se remiten a la pasividad del dueño y a la imposibilidad del Estado de intervenir “en propiedad privada”. “Llegué a hablar en el Ministerio del Interior, pero me dijeron que se tenía que mover el dueño”, soltó, por ejemplo, Iafigliola. 

La esquina se convierte por las noches en un foco de movimiento de indigentes, según atestiguan los vecinos. Durante el día en esta parte de Malvín, barrio costero residencial con facilidades para construir nuevos edificios en altura, ve pasar decenas de personas en situación de calle que salen a buscar el pan del día en los contenedores, en los semáforos y en la parada de autos. 


Inés Guimaraens


La basura se acumula en torno al contenedor en las inmediaciones de Malvín

Cuatro cuadras más adelante, en la otra acera de avenida Italia, cuatro indigentes esperan sobre los escalones todavía húmedos por la lluvia de la noche a que el párroco de Santa Bernardita, Omar França, dé paso al horario de ducha solidaria. Para abrir la reja de entrada el sacerdote tiene que levantar el alambre de púa colocado para evitar campamentos en ese rincón techado. 

–Entre esos dos pinchos, anoche ha dormido uno. Mojándose. Hay una distancia tal entre un pincho y el otro que a lo largo no entran. Duermen con la cabeza contra la reja y los pies hacia donde cae la lluvia. Prefieren eso a buscar otro lugar. 

El padre França, quien tomó notoriedad pública el invierno pasado al denunciar tres golpizas de una “banda antipasta” en Malvín, observa que estas personas “parecen tomar a la iglesia como una especie de madre”. 

–Vienen acá y es un lugar inhóspito. Pero prefieren esto a otros sitios inhóspitos. 

En tandas de a diez, el párroco los hace pasar al templo para para tener “un minuto de espiritualidad”, para que recen los creyentes o simplemente reflexionen los que no tienen fe. 


Inés Guimaraens


El local abandonado está en avenida Italia e Hipólito Yrigoyen

–Varios dicen: “Qué paz se respira acá adentro”. Porque la calle está llena de violencia. Por eso los vínculos entre ellos a veces son muy inestables, porque no se confían. Muchos no quieren dormir en los refugios y dicen que es porque hay mucha violencia. Pero creo que es porque a los que estuvieron presos les recuerda a la celda. Ir a un refugio a convivir con varios en una sola habitación es como revivir la cárcel. Nunca lo llegan a verbalizar, pero el rechazo a los refugios es muy visceral. También hay un deseo de ser independientes. 

Wilson César tiene las canas de un hombre de 47 años y las manos ennegrecidas de quien fuma pasta base. 

–Ando en la calle hace mucho tiempo, 15 años casi. Nací en Tacuarembó, me vine a vivir al Cerro y ahora estoy distanciado de mi familia. Fumo pasta base hace muchos años, estuve privado de mi libertad. Mis padres son de la iglesia, y para no hacerles daño decidí irme a la calle. 

En cuestión de minutos va a darse una ducha caliente en la parroquia, para luego volver a la calle y revolver los contenedores en busca de materiales para llenar su carrito. Ahora se tapa las piernas con un nylon. 

–Con los compañeros que me juntaba empecé a fumar porro. Cuando quería algo más, empecé a tomar merca. Cuando ya no me funcionaba, fui con la pasta base. Y cuando la probé, ya no pude dejarla. Me pegó bien, pero después me costó caro. Empecé a delinquir. 

Cuando caiga la noche, César piensa buscar “un techo, una parada, cualquier lado”, pero no un refugio. Esa velada habrá garúa, y una lluvia más intensa sobre la madrugada. 

–La noche y la droga es difícil. Es la ley del más fuerte. 

Algunos acampan sobre la cañada del arroyo Malvín, en recovecos donde no circulan transeúntes y donde están más protegidos del viento, a los pies de los más de 14 pisos del Campiglia Pilay. Por la calle Oviedo, en dos recorridas de El Observador espaciadas por 12 días entre sí, los basura se acumula alrededor de los mismos contenedores y a cada minuto pasa algún hurgador con su carro o solo con un palo para mantener la puerta abierta. Los vecinos reconocen a un terreno baldío –con un portón con candado fácilmente escalable– como uno de los focos del problema. 


Inés Guimaraens


Cañada sobre el arroyo Malvín

La problemática de Malvín

Lejos está Malvín de ser una de las zonas más conflictivas de Montevideo o con mayores niveles de pobreza. Se trata incluso del tercer barrio capitalino con menos necesidades básicas insatisfechas –tiene ocho veces menos que Casavalle, por ejemplo–, su seccional policial no registró homicidios el año pasado y fue uno de los cinco barrios con mayor variación en los precios de venta de inmuebles, junto a Pocitos, Cordón, el Prado y el Centro. 

Pero vecinos y organizaciones coinciden en señalar al norte como un punto caliente con secuelas que se recuestan sobre avenida Italia. 

Siempre que van a drogarse, bajan hacia el norte –atestigua un residente de Malvín. 

–Conseguís en todos lados –dice un adicto a la pasta base a El Observador

En Malvín Norte las carencias saltan a un tercio de los hogares con necesidades básicas con necesidades básicas insatisfechas y las denuncias por hurtos son un 50% más que al sur de avenida Italia. En la seccional policial de la zona hay casi 16 homicidios cada 100 mil habitantes, aunque bastante menos que los casi 49 cada 100 mil habitantes que hay en el oeste. 


Inés Guimaraens


Cañada sobre el arroyo Malvín

A fines del año pasado, en paralelo a la guerra de bandas en Villa Española, el Ministerio del Interior también dispuso la “intervención” de las seis cuadras que atraviesa la calle Boix y Merino por Malvín Norte, bajo la premisa de que allí van a parar los objetos robados por motochorros en el lado sur. Tal como informó El Observador, también allí los vecinos dan cuenta de numerosas bocas de droga y habituales tiroteos. 

Desde hace más de una década que operan en la zona programas de realojo y el gobierno espera avanzar en la regularización del asentamiento Aquiles Lanza.

–Está complicado y tenemos fe en que va a cambiar. Vamos a ir abriendo un poco el barrio para colaborar con los vecinos en la seguridad, la intendencia está arreglando el tema de las tierras, están para hacer puentes en Euskal Erría para que puedan pasar las patrullas de la policía. Todos están actuando– describió la alcaldesa. 

En el Parlamento, el Ministerio de Desarrollo Social  insta a los diputados a dar la aprobación final a la ley para internar a los adictos contra su voluntad si hay riesgo inminente en su permanencia a la intemperie; la Junta Nacional de Drogas lo valida pero apunta que no resuelve el problema de fondo y el Frente Amplio sostiene que su último gobierno ya probó que eso no da resultado. 


Cedida a El Observador


Ropa de la mujer agredida frente al comunal de Aconcagua y Michigan

Del lado sur, los coletazos de la fragmentación social siguen. Al cierre de esta edición, el párroco França envió a El Observador el caso de un nuevo ataque ‘antipasta’ a una mujer de 53 años que paraba en la vereda frente al Comunal 7 de Aconcagua y Michigan, apaleándola al grito de “pastosa, pastosa”. 

El cura la vio lagrimeando durante el “minuto de espiritualidad” y notó la herida de los golpes en el maxilar inferior. Ella se negó “terminantemente” a denunciar, por lo que él mismo fue junto a un voluntario a la comisaría. 

–Después de un “receso” de unos meses los antipasta de Malvín han reanudado sus “acciones de limpieza social”. Que Dios nos ayude a proteger a cualquier vulnerable, impulsados por Cristo el Libertador –escribió. 

El precandidato Iafigliola cuenta que en su nueva sede, a 50 metros del local saqueado y ocupado todavía tiene problemas, como el robo de un portón y personas que buscan dormir en el pequeño porche. 


Inés Guimaraens


Viejo comité de base ocupado desde la campaña electoral

Uno de los hombres que hoy suele parar por su viejo comité de avenida Italia e Hipólito Yrigoyen pasa por Oviedo y Ñangaripé con una bandeja llena con la comida que logró juntar. Sus pantalones dejan al desnudo más que sus tobillos, usa camiseta a pesar de la ventisca húmeda y tiene las yemas de los dedos negras.

El hombre accede a hablar con El Observador, pero pide ir a dejar su bandeja y ya no vuelve. 

–Ahí había una familia y me dijeron que hiciera lo que quisiera. Yo la considero mi casa. 

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