El Kremlin silenció el centenario de la muerte de Lenin, cuya figura se convirtió en un estorbo para las actuales autoridades rusas, empeñadas en revisar la desintegración de la Unión Soviética.

A más de treinta años de la desaparición de la URSS, casi la mitad de los rusos (47%) tienen una opinión positiva sobre su fundador, según la encuesta publicada días atrás por el Centro de Estudios de la Opinión Pública (Vtsiom).

En cuanto a su legado, un 36% cree que fue beneficiosa; un 19% la ve como perniciosa para el desarrollo del país y un 30% considera que hizo cosas buenas y malas a partes iguales.

Sólo lo supera en prestigio y conocimiento su sucesor, Iosif Stalin, cuya figura está identificada con la victoria sobre Alemania nazi, considerada como la Gran Guerra Patria.

Pero la incomodidad oficial no puede ocultar a la del centenario de la Revolución de Octubre de 1917, que el Kremlin fue reacia a evocar. Al igual que entonces, ahora parece ignorar absolutamente la efeméride.

Ni actos públicos ni conferencias ni exhibiciones recuerdan al principal dirigente de la revolución bolchevique, nacido bajo el nombre de Vladimir Ilich Ulianov y muerto a los 54 años de un derrame cerebral.

La única exposición que conmemora el aniversario se celebra en la biblioteca del Centro de Historia Socio-política, en el norte de Moscú, donde se pueden conseguir fotos y libros para refrescar la memoria de las nuevas generaciones.

“La mayoría de jóvenes no saben muy bien quién es Lenin”, confirmó una de las bibliotecarias.

Aquel pasado, este presente

A pesar de no contar con apoyo oficial, los comunistas rusos sí celebran el aniversario y este domingo acudirán en masa a la Plaza Roja de Moscú para rendir tributo al “líder del proletariado” y depositar flores en el mausoleo, algo que hacen cada 21 de enero.

Se espera una gran asistencia de nostálgicos del antiguo régimen con banderas, estandartes, pancartas con la hoz y el martillo, que también podrían congregarse en torno a la estatua de Karl Marx para regocijarse en el pasado soviético.

El presidente ruso, Vladimir Putin, tampoco hizo alusión alguna al centenario en los últimos días, pero sí criticó decisiones de Lenin, al que adjudicó graves errores cometidos al fundar la URSS, pero en clave actual.

Recordó que los dirigentes del este prorruso de Ucrania manifestaron entonces su deseo de formar parte de la naciente República Socialista Soviética de Rusia, pero Lenin optó por integrar esos territorios en Ucrania, origen del conflicto actual.

“La gente que vive en esos territorios, por supuesto, nunca se vieron de otra forma que como parte de Rusia. Es algo evidente”, subrayó en un acto con dirigentes municipales rusos.

Como sea, los comunistas rusos apoyan la guerra contra Ucrania a la que consideran como parte del histórico territorio ruso y parte de la amenaza occidental nucleada en la OTAN.

El Partido Comunista de la Federación Rusa, considerado heredero del viejo partico comunista soviético (PCUS) obtuvo en las elecciones parlamentarias de 2021 el segundo puesto, detrás de Rusia Unida de Putin, con 19% de los votos y 57 parlamentarios en la Duma de 456 miembros.

Unos 160.000 afiliados se definen como “popular patrióticos” y su jefe, Guenady Zyuganov, elogió al líder chino Deng Xiaoping, que condujo el giro hacia occidente que permitió el actual desarrollo.

Wikimedia Commons

El mausoleo

Aunque la entrada es gratuita, en vísperas del centenario no se veían grandes colas para acceder al mausoleo de mármol que guarda el cadáver momificado del líder comunista.

Pero nadie duda que este domingo tendrá visitas masivas en la Plaza Roja moscovita, un sitio que también sigue siendo de referencia para el turismo internacional.

La visita consiste en descender una escalera, mirar deprisa el sarcófago donde se encuentra el cuerpo embalsamado de Lenin y, sin detenerse, abandonar el lugar custodiado por guardias que piden descubrirse, guardar silencio y no sacar fotos.

Más relajada es la visita a la Necrópolis del Kremlin, donde están enterrados los principales dirigentes soviéticos, con la excepción de Nikita Jruschov, que fue destituido, y Mijaíl Gorbachov, que firmó la defunción de la URSS en 1991.

En la tumba de Stalin, que acompañó durante varios años a Lenin en el mausoleo hasta que fue retirado en 1956, hay un busto del dictador en el que aún se perciben los rastros de cómo le rompieron la nariz y se la repusieron en cuanto se calmaron los ánimos antisoviéticos.

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