Décadas de bloqueo erosionaron la economía de la Franja de Gaza. En un contexto de crecientes tensiones políticas y una cada vez mayor dependencia de Israel y la ayuda internacional, el enclave funcionó durante décadas por debajo de su potencial, mientras se intensificaban sus problemas estructurales.

La pérdida de tierras y recursos naturales en favor de los asentamientos israelíes, la pobreza endémica, la reducción del espacio fiscal, la disminución de la ayuda exterior y la acumulación de deuda pública y privada fueron una constante, agravada ahora por la guerra.

Tras salir tambaleante del Covid-19, el Producto Bruto Interno (PBI) creció un 3,9% en 2022. Sin embargo, el PBI real per cápita seguía estando un 8,6% por debajo del anterior a la pandemia de 2019, un 11,7% por debajo del nivel de 2019 y muy cerca de su nivel más bajo desde 1994.

Hoy, producto del asedio militar de Tel Aviv, “el nivel de daños y destrucción observado es catastrófico”, según el Banco Mundial (BM).

Los últimos datos disponibles señalan que la ya frágil economía del enclave se desplomó más de un 80% en el último trimestre del año pasado con relación al trimestre anterior. Según el BM, el PBI se redujo de US$ 670 millones a sólo US$ 80 millones en el mismo período y en el corto plazo “casi toda la población del enclave vivirá en la pobreza”.

La medición del organismo con sede en Washington toma como fuente las estimaciones de la Oficina Central de Estadísticas Palestina, cuyos cálculos preliminares estiman que el PBI de la Franja de Gaza cayó durante el año pasado un 24% con relación a 2022. “Casi toda la actividad económica está paralizada”, advierte el informe del BM.

“Desde el inicio del conflicto, la economía palestina sufrió uno de los mayores impactos registrados en su historia económica reciente” y el desempleo alcanza ya a casi la totalidad de los adultos de los 2,4 millones de personas que habitan el territorio de apenas 360 kilómetros cuadrados delimitado por el mar Mediterráneo, Israel y Egipto.

Antes del inicio de la guerra, la disparada de los precios internacionales de la energía y los alimentos debido a la guerra entre Rusia y Ucrania impactó en forma desproporcionada en los hogares, lo que acentuó la necesidad de los palestinos jóvenes de buscar trabajo en Israel como mano de obra barata, en especial en la construcción y en los asentamientos israelíes.

La situación se repite en Cisjordania. En 2022, el 22,5% de los palestinos empleados trabajaban en Israel, donde el salario medio es más alto. Pero los honorarios de los intermediarios y otros costos asociados representaban el 44% del salario bruto, lo que confirma que la búsqueda de empleo en Israel y en los asentamientos es impulsada por las limitadas oportunidades de empleo en la economía nacional.

Desde su creación en 1994, el gobierno palestino tuvo que hacer frente a responsabilidades económicas, políticas y sociales únicas y complejas, muy superiores a los recursos políticos y económicos de que dispone, ya sea durante la administración de la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania como bajo la conducción de Hamás en la Franja de Gaza.

La dependencia forzosa de la economía palestina respecto a Israel es evidente. Además, los excesivos costos de producción y transacción, sumados a las barreras al comercio con el resto del mundo, dieron lugar a un déficit comercial crónico y a una dependencia generalizada y asimétrica de Tel Aviv, que representó el 72% del comercio total palestino en 2022.

Mientras tanto, la falta de una moneda nacional y la dependencia del shekel israelí dejó poco espacio para la política monetaria, al tiempo que el fuerte tipo de cambio del shekel socavó la ya mermada competitividad de los productores palestinos en los mercados nacionales y extranjeros.

En el pasado, la ayuda de los donantes contribuyó a mitigar el impacto de la ocupación en Cisjordania y la Franja de Gaza. Sin embargo, el gobierno palestino sólo recibió US$ 250 millones en concepto de ayuda presupuestaria en 2022 y US$ 300 millones para proyectos de desarrollo. Esto supone un fuerte descenso desde un total de US$ 2.000 millones. En términos de PBI: una caída del 27% desde 2008 a menos del 3% en 2022.

La situación en la Franja de Gaza es peor. El enclave, desde junio de 2007, sufrió varias operaciones militares por parte de Israel y desde entonces estuvo sometido a un cierre terrestre, marítimo y aéreo. Las restricciones a la circulación de personas y mercancías, la destrucción de activos productivos y la prohibición de importar tecnologías e insumos clave mermó su economía.

Ya antes de la ofensiva israelí, el escenario era dramático. La inversión en 2022 se redujo al 10,7% del PBI; es decir, un escaso 1,9% del PBI palestino. Entre 2006 y 2022, el PBI real per cápita de la Franja de Gaza se había reducido en un 27%, mientras que su participación en la economía palestina se contrajo del 31% al 17,4%.

Antes de la guerra, vivir en el enclave significaba estar confinado en uno de los espacios más densamente poblados del mundo, sin electricidad la mitad del tiempo y sin acceso adecuado a agua limpia o a un sistema de alcantarillado apropiado, implicaba un 65% de probabilidades de ser pobre y un 45% de probabilidades de estar desempleado.

Tres décadas después de los Acuerdos de Oslo, que debían establecer una hoja de ruta para la constitución del Estado palestino, la sistemática obstrucción de Tel Aviv sumada ahora a la guerra dinamitaron la esperanza de una convergencia de las economías palestina e israelí. La histórica dependencia forzada y la destrucción de la infraestructura básica producto del asedio bélico de Israel parecen confirmar la funesta proyección del BM: en el corto plazo, todos los palestinos de la Franja de Gaza serán pobres.

 

(Con información de AFP, BM y UNCTAD)

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