La Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada el fin de semana, dejó un dato dramático del escenario mundial. El gasto militar sumado de todos los países fue en 2023 un 9% superior al de 2022. Llegó a la cifra récord de U$S 2,2 billones, según datos brindados por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), con sede en Londres que desde hace un cuarto de siglo es una referencia clave en el ámbito de la Defensa.
En su informe, el IISS indica que la tendencia este año es hacia un aumento aún superior. La tendencia es global y afecta de forma especial a Europa, afectada por la falta de energía rusa y por los gastos de aumentar su armamento ante los dos años de guerra en Ucrania.
Un dato adicional es que, en la eventualidad de un triunfo de Donald Trump en las elecciones de noviembre en Estados Unidos, las partidas militares para los aliados, tanto Ucrania como sus socios de la OTAN, serán recortadas.
La expansión del conflicto en Medio Oriente, que involucra no solo a Israel sino de modo creciente a Líbano lleva a las monarquías petroleras a aumentar también sus arsenales de armas.
El aumento del gasto es tanto en armamento convencional como nuclear, con las potencias embarcadas en inversiones de modernización e innovación de los arsenales.
En el foro de Múnich, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, aprovechó la presencia de altos funcionarios de China e India –los dos países más poblados de la Tierra y con arsenales nucleares- para compartir información de Washington acerca del arma nuclear en la que Rusia trabaja.
Según Washington, Moscú investiga un procedimiento prohibido por los tratados internacionales de armas nucleares: colocar una cabeza atómica en el espacio capaz de provocar un desorden en la información de los satélites que giran alrededor de la Tierra.
Pese a que es algo que no informó ni Vladimir Putin ni ninguna organización vinculada a la energía atómica, Blinken tiró eso sobre la mesa en presencia de aliados claves de Beijing en el espacio del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que se amplió a fines de 2023 con la inclusión de Arabia Saudita, Argentina, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán.
Este bloque, aunque heterogéneo, disputa la hegemonía del G-7, el grupo de naciones industrializadas: Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido. Además, la Unión Europea tiene una representación política permanente.
Lo cierto es que el BRICS ampliado tiene una población combinada de alrededor de 3.500 millones de personas, el 45% de la población mundial. Su economía en conjunto vale más de U$S 28,5 billones, alrededor del 28% de la economía mundial. Los BRICS producen además alrededor del 44% del petróleo crudo del mundo.
Y una consideración elocuente: los países del BRICS gastan infinitamente menos –sumados- que los del G-7: un total de U$S 450 millones –la mitad corresponde a China- mientras que solo Estados Unidos gasta el doble de eso.
La Conferencia de Seguridad de Múnich se centró en el riesgo que significa para Europa el aumento del poderío del Kremlin, sobre todo ante la extensión de una guerra contra Ucrania en la que Volodomir Zelensky no puede ganar y con aliados más inestables de los que requiere Kiev.
En 2014, los aliados europeos de la OTAN gastaron U$S 235.000 millones, un 1,47% del PIB. En 2023, la cifra ascendió a U$S 347.000, equivalentes a un 1,85% del PIB. Para 2024 se esperan U$S 380.000 y un 2%, respectivamente, según datos oficiales de la OTAN.
Alemania aumentó su gasto militar en la última década hasta llegar al 1,57% del PIB. El ministro de Defensa Boris Pistorius dijo en Múnich: “Me enorgullece poder decir que este año gastaremos en defensa el 2% del PIB”, y agregó: “Pero soy suficientemente realista como para ver que esto podría no ser suficiente en años venideros”.
El conflicto entre Hamás e Israel se extendió en la región. Las propias autoridades de Israel reconocen seis frentes. Además el anuncio de Benjamin Netanyahu de avanzar en la ciudad palestina Rafah con tropas terrestres hasta su ocupación total muestra un escenario difícil de medir en el tiempo.
Israel es una potencia nuclear que recibe desde hace décadas un fuerte apoyo militar por parte de Estados Unidos.
Pero Arabia Saudita lleva tiempo embarcado en un proyecto de fortalecimiento militar que le ha conducido a ser el sexto país del mundo en gasto en defensa cuando es el 19 por tamaño del PIB.
Irán también tiene poderío militar y eso le permite ser un actor de peso en la región. Estados Unidos realizó bombardeos selectivos estos últimos meses en Yemen, Siria e Irak y eso aumenta la escalada de tensiones e impulsa a armarse a las monarquías petroleras.
Los datos que deja la Conferencia de Seguridad de Múnich no tienen el contrapeso del diálogo ni mucho menos de unas Naciones Unidas interesadas en tomar el toro por las astas.