Las personas de entornos socioeconómicos más bajos tienen tres veces más probabilidades de desarrollar demencia de aparición temprana. Si esas personas tienen una vida poco saludable, el riesgo es aún mayor: del 440% en comparación con personas de sectores socioeconómicos con más ingresos y vida más saludable.

Los datos surgen de un trabajo realizado por investigadores de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong, China, publicados por la revista Lancet Healthy Longevity.

Gang Liu, profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Huazhong y autor principal del estudio, dijo a El País de Madrid: “Nuestro estudio ha sido uno de los primeros en examinar las complejas relaciones entre los estilos de vida, el nivel socioeconómico y el riesgo de demencia de aparición temprana en personas de 37 a 60 años”.

El investigador chino agrega: “Tanto el estilo de vida como el nivel socioeconómico se asociaron significativamente con la demencia de aparición temprana, pero mucho más el segundo, el nivel socioeconómico”.

Las personas con recursos y un estilo de vida saludable tienen un riesgo 40% menor de padecer demencia temprana en comparación con quienes están faltos de recursos y empujados a una vida poco saludable.

La investigación toma datos del UK Biobank, una institución del Reino Unido, creada en 2006 para el estudio a largo plazo de las contribuciones tanto genéticas como ambientales de los comportamientos humanos y las enfermedades que padecen.

En esta investigación se tomaron casos de 440.000 personas de entre 37 y 73 años de distintos lugares del mundo, a quienes se les realizó un seguimiento de 12 años, con indicadores de hábitos de vida y una combinación de nivel educativo, de ingresos familiares y de empleo.

Según el investigador Gang Liu, “aún queda por descubrir en futuros estudios los mecanismos que subyacen a las relaciones entre la desigualdad socioeconómica y la demencia de aparición temprana, pero lo que parece claro es que el estatus socioeconómico podría afectar por sí mismo a la cognición de los individuos”.

El estudio indica que, “una educación superior puede dar como resultado una reserva cognitiva mejorada capaz de mitigar la degradación del sistema nervioso. Además, la pobreza también puede afectar directamente la capacidad cognitiva, ya que una mala situación socioeconómica puede generar una carga mental excesiva, estrés, ansiedad o depresión, que algunos estudios sugieren que pueden tener una vinculación con la demencia”, añade.

Se trata de “un estudio que da una vuelta de tuerca a lo que ya sabíamos sobre el impacto del estilo de vida, porque parece que el estatus socioeconómico por sí solo ya es un factor importante a la hora de aumentar el riesgo de desarrollar demencia”, opina David Pérez, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid y miembro de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

El neurólogo español afirma que la precariedad puede afectar desde múltiples dimensiones a la salud cerebral, también a nivel de estilo de vida: “Por un lado, está el estrés que genera esta situación o la mayor prevalencia de trastornos depresivos, pero es que, además, uno lo tiene más difícil. Por ejemplo, para adherirse a una dieta mediterránea, es más probable que realice trabajos más rutinarios, menos motivantes, menos intelectuales, y que además lo haga durante más horas, con lo cual tendrá menos tiempo para hacer ejercicio físico o para controlarse el colesterol o la hipertensión”.

La demencia temprana hace referencia a los casos diagnosticados en pacientes menores de 65 años. Según un estudio de 2021, la prevalencia de estas demencias se sitúa en torno a los 119 casos por cada 100.000 habitantes, por lo que hablaríamos de 3,9 millones de personas en todo el mundo.

En el Plan Integral de Alzheimer y otras demencias 2019-2023, elaborado por el Ministerio de Sanidad de España, se reconoce que el abordaje de las demencias es “una prioridad de salud pública y un problema social y sanitario de primer orden que se ha convertido en la gran epidemia silenciosa del siglo XXI y en el gran reto para la sostenibilidad de cualquier sistema social y sanitario”.

Según datos de la OMS, más de 50 millones de personas en todo el mundo padece demencia, una cifra que se prevé que aumente hasta los 75 millones en 2030 y hasta los 132 millones en 2050.

“Hay que recordar que, en los países occidentales, especialmente en los europeos, en las últimas dos o tres décadas se ha visto una reducción de la incidencia de la demencia que pasa un poco desapercibida porque, como ha envejecido la población, el número de casos crece”, dice el neurólogo español David Pérez.

Y eso se debe en gran medida al estado de bienestar, “que ha permitido a muchas personas un acceso a una educación pública de calidad, a una sanidad pública de calidad, y a un mejor nivel de vida. Ahora tenemos otros retos pendientes como intentar poner en marcha políticas públicas que nos hagan caminar hacia una menor desigualdad social, porque ya vemos que esto, directa o indirectamente, va a prevenir la demencia”, añade.

La desigualdad social genera enfermedad y es un factor de riesgo tan importante o más que otros a los que se les ha dado mayor trascendencia desde la ciencia y la medicina. “Muchas veces, incluso cuando entendemos que la desigualdad es importante, tendemos a pensar que la manera de actuar sobre las desigualdades en salud es actuar sobre los hábitos de vida.

Este estudio publicado por The Lancet Longevity demuestra que esa estrategia es un error. “Es preciso actuar sobre las desigualdades sociales, todo lo demás no servirá de mucho. Es una cuestión que nos cuesta entender a la hora de actuar, de hecho gran parte de la promoción de la salud pública hoy en día sigue muy centrada en los hábitos”, sostiene David Pérez.

Según el neurólogo, centrar la atención en los hábitos de vida es, además, una forma de culpabilizar a las víctimas, de cargarles con la responsabilidad: “Es que fuman más, es que hacen menos ejercicio, es que comen peor, decimos, e intentamos poner en marcha estrategias para convencerles de que dejen de fumar, de que hagan ejercicio, de que coman mejor. ¡Pero es que muchas veces la gente no tiene ni siquiera la opción de comer mejor o de hacer ejercicio!”, dice.

De acuerdo al investigador chino Gang Liu, “aunque no se puede dejar de lado la importancia de la promoción de estilos de vida saludables a nivel individual, la investigación respalda la necesidad de que, para reducir la carga de demencia, “es necesario que los gobiernos adopten medidas de salud pública para mejorar los determinantes sociales de la salud y promover la equidad”.

(Extractado de The Lancet)

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