En un café de Atenas, Malamo, Thalia, Maria y Tonia inspeccionan los planos de un departamento que será renovado para convertirse en una “vivienda solidaria” para ancianos, una novedad en Grecia ante la precariedad creciente de la tercera edad.

En un país con una población envejecida, la idea de personas mayores compartiendo vivienda gana terreno ante el encogimiento del Estado de Bienestar y el aumento de los alquileres y del costo de vida.

“Las prestaciones sociales disminuyen, las pensiones siguen bajas y los precios de la vivienda aumentan, lo que empeora el sentimiento” de precariedad, afirma a la agencia de noticias AFP Malamo Stergiou, trabajadora del sector privado ya jubilada.

Desde que Grecia pasó página a los años de la crisis financiera estallada a finales de los 2000, los alquileres se encarecieron más de un 20% en Atenas, según el Banco de Grecia.

Para Malamo Stergiou, todo comenzó hace dos años en el grupo de Facebook “Comunidades de convivencia”, que fundó para “los mayores y los no mayores”.

El grupo, con la vocación de promover la vivienda compartida entre personas de la tercera edad, alcanzó rápidamente 8.000 abonados.

En septiembre, Malamo fundó la ONG Nama para financiar la renovación de un edificio de cuatro plantas en Atenas, ofrecido por su propietario por un alquiler moderado.

El edificio, de 1938, dispondrá de “15 departamentos independientes y espacios comunes para la vida social de los inquilinos”, explica.

La renovación empezará “lo antes posible”, añade. Y los residentes, asegura, pagarán un alquiler módico.

Como la mayoría de adeptos del proyecto, su fundadora, Malamo, vive sola. Además, su única hija trabaja en el extranjero.

AFP

“Desplome demográfico”

La emigración de numerosos jóvenes en busca de mejores salarios durante la crisis trastornó la tradicional familia griega, de manera que numerosos ancianos se encuentran ahora solos, sin el apoyo de sus hijos.

“Lo que falta es la solidaridad ante los problemas cotidianos, financieros o emocionales”, afirma Thalia Novaki, funcionaria jubilada.

Desde hace más de un año, otro grupo de Facebook con el mismo objetivo nació en Tesalónica, la segunda ciudad de Grecia.

“Tengo miedo de la soledad, no soy propietaria y la idea de compartir me atrae”, dice Olympia Manoussoyannaki, profesora de secundaria que se acerca a la edad de jubilación.

Miembros del colectivo visitaron estructuras similares en Alemania y en Dinamarca para informarse de “las herramientas necesarias para conseguirlo”, explica Filippos Polatsidis, de 38 años y uno de los fundadores del colectivo.

Con un 22,7% de sus habitantes con 65 años y más en 2021, Grecia es el cuarto país de la Unión Europea con una población más envejecida detrás de Italia (23,8%), Portugal (23,7%) y Finlandia (23,1%), según la agencia estadística europea Eurostat.

Su tasa de fecundidad de 1,43 niños por mujer en 2021 también sitúa el país helénico por debajo de la media de la UE (1,53), de acuerdo con la misma fuente.

El primer ministro Kyriakos Mitsotakis lo definió como un “derrumbe demográfico” que constituye un “peligro nacional”.

AFP

“Solos con nuestros problemas”

Para intentar remediarlo, el gobierno anunció un aumento de las primas por nacimientos a € 2.400 para el primer niño, € 2.700 para el segundo y € 3.000 para el tercero (US$ 2.600, 2.925 y 3.250).

Pero los expertos advierten que las medidas no deben estar únicamente dirigidas a incrementar los nacimientos.

“Hay que responder a las necesidades de las familias” con infraestructuras para el cuidado de los niños y ayudas a los padres y “a los ancianos”, estima Valia Aranitou, profesora de Sociología en la Universidad de Atenas.

El declive demográfico se manifiesta sobre todo en las zonas rurales. Atenas y Tesalónica reúnen casi la mitad de los 10,4 millones de habitantes del país.

Petrokerassa es un pueblo cerca de Tesalónica que perdió casi la mitad de la población estas últimas décadas y ahora sólo cuenta con 137 habitantes, un 80% de ellos de tercera edad.

“Estamos aquí solos con nuestros problemas. Si pedimos ayuda en invierno, nadie nos escucha. Ni siquiera tenemos una tienda para los productos necesarios”, lamenta Thodoris Yannoudis, leñador de 62 años.

 

(Con información de AFP)

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