Miles de fieles etíopes se reunieron durante dos días en Addis Abeba, la capital del país, para celebrar el “Timket”, la fiesta anual religiosa de la Iglesia Ortodoxa Etíope que conmemora el bautismo de Jesús en el río Jordán por Juan el Bautista.
El festival, conocido sobre todo por la representación ritual, similar a la reconstrucción que realizan los peregrinos cristianos en Tierra Santa cuando visitan el Jordán, es reconocido por la Unesco como patrimonio cultural de la humanidad.
Como todos los años, los fieles marcharon desde las iglesias hasta Jan Meda, un campo abierto en el centro de la ciudad, mientras los sacerdotes llevaban los “tabots”, réplicas del Arca de la Alianza, el cofre de madera cubierto de oro descrito en la Biblia y que, según el libro del Éxodo, contenía las dos tablas de piedra de los Diez Mandamientos.
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Los “tabots”, piezas sagradas para Iglesia Ortodoxa Etíope que están presente en todos los altares y rara vez pueden observados por los laicos, representan la manifestación de Jesús como Mesías cuando llegó al Jordán para el bautismo.
Los fieles vestidos con telas tradicionales blancas corearon, cantaron y se postraron ante el paso de los “tabots”, al tiempo que cientos de jóvenes corrían por delante para cubrir las calles con alfombras rojas en señal de respeto, al tiempo que los sacerdotes esparcían incienso y rociaban con agua bendita a los fieles.
En la reunión del sábado, Abune Mathias, patriarca de la Iglesia Ortodoxa Etíope, subrayó el significado y el simbolismo del día, además de instar a los líderes del país a trabajar por la paz, la unidad y el perdón.
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“En este momento que nuestros conciudadanos, entre ellos miles de niños, ancianos, madres y hermanas esperan morir de hambre, nuestra fe cristiana estará en entredicho si nos quedamos callados”, advirtió Mathias, quien vivió en el exilio durante tres décadas.
El patriarca hizo así mención a la delicada situación humanitaria que viven los habitantes de la región de Tigray, que se vio afectada entre 2020 y 2022 por un sangriento enfrentamiento armado entre Frente de Liberación Popular y las fuerzas regulares, lo que obligó a los pobladores a abandonar sus hogares, destruyó cosechas y dejó una hambruna generalizada en la zona.
Aunque la fiesta religiosa se celebró en todo el país, en algunas zonas se vio interrumpida por el conflicto en la región de Amhara, en el noroeste del país y una de las más pobladas, donde el gobierno combate a una milicia étnica local, mientras procura estabilizar la situación en Tigray.
(Con información de AFP)